Las dictaduras explotan a los evangélicos y reprimen a los católicos en Nicaragua y Venezuela

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Nicaragua y Venezuela

En Nicaragua y Venezuela, los regímenes dictatoriales han estado explotando a la comunidad evangélica y castigando al mismo tiempo a la Iglesia católica. Estos gobiernos no creen en Dios ni practican ninguna fe cristiana, pero tratan de utilizar el poder religioso en su beneficio.

El régimen nicaragüense ha concedido premios y permisos a la Iglesia Evangélica en un intento de aparentar normalidad y libertad religiosa. Sin embargo, entre bastidores, el régimen es responsable de encarcelar y exiliar a numerosos católicos, con un particular aumento de la represión tras las protestas cívicas de abril de 2018. Se han registrado cerca de 400 ataques contra la Iglesia católica, incluido el asesinato de un monaguillo, la profanación de templos y la detención de sacerdotes.

En Venezuela, el presidente Nicolás Maduro ha respaldado la restauración de 2.600 locales evangélicos y ha proporcionado estipendios a unos 13.000 pastores a través de un programa llamado «El Buen Pastor.» Simultáneamente, el gobierno de Maduro ha expresado su desdén por la Iglesia Católica, y la vicepresidenta Delcy Rodríguez se ha referido a ellos como «demonios con sotana».

Cuba, que durante mucho tiempo ha sido el origen de las dictaduras en la región, también ha intentado controlar y dividir a la Iglesia, pero sin éxito. El Observatorio Cubano de Derechos Humanos ha informado de 1.030 ataques a la libertad religiosa en 2021, con tácticas como el espionaje, el acoso y el exilio forzoso contra los fieles.

A pesar de los esfuerzos de los regímenes por manipular el panorama religioso, la fe cristiana sigue resistiendo en Nicaragua, Venezuela y Cuba. Los ciudadanos son capaces de distinguir entre los auténticos líderes religiosos y los impostores que sirven a los intereses de las dictaduras.

Aunque estas dictaduras sueñen con una Iglesia sumisa, su estrategia está destinada al fracaso. La fe cristiana ha resistido más de 2.000 años de desafíos, y estas repúblicas bananeras, a pesar de sus armas y engaños, acabarán llegando a su fecha de caducidad.