Firmes por la justicia: La esperanza imperecedera de los venezolanos frente a la autocracia

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Resumen: Durante la última década, Venezuela ha sufrido un grave colapso económico y violaciones de los derechos humanos bajo la presidencia de Nicolás Maduro. A pesar de ello, una mayoría significativa de venezolanos permanece en el país, aferrándose a la esperanza de un retorno a la justicia y la igualdad. A medida que cambian las actitudes internacionales, la autocracia de Maduro revela sus debilidades. Incluso mientras su régimen estrecha el cerco sobre las libertades civiles, las demandas populares de cambio son cada vez más fuertes, y persiste un fuerte sentimiento de resistencia entre las fuerzas democráticas del país. En medio de esta compleja dinámica, los venezolanos siguen exigiendo una sociedad justa y equitativa.

Venezuela, nación que llegó a ostentar la cuarta mayor economía de América Latina y las mayores reservas de petróleo del mundo, ha sido testigo de un devastador desplome económico en la última década, con una reducción de su PIB de más del 86%. Este precipitado declive, unido a una violencia criminal y una persecución política desenfrenadas, ha provocado un éxodo masivo, con más de una quinta parte de la población buscando refugio y mejores oportunidades en el extranjero.

Sin embargo, en medio de este sombrío telón de fondo, está surgiendo una narrativa diferente. Aproximadamente el 80% de los venezolanos han decidido capear el temporal en su país de origen, y su perdurable presencia subraya la esperanza colectiva en el retorno de la justicia y la igualdad. Su firmeza sirve como testimonio del poder duradero de las fuerzas democráticas frente a un régimen autocrático opresivo.

«La situación venezolana es un estudio sobre la persistencia de los principios democráticos, incluso en las circunstancias más difíciles», observa Javier Corrales, politólogo del Amherst College. La resistencia de la nación contra la autocracia, sugiere, es una inspiración, un faro de esperanza y resistencia ante la adversidad.

Esta resistencia tiene sus raíces en la historia. Cuando Nicolás Maduro sucedió al fallecido Hugo Chávez en 2013, heredó una economía impulsada por la riqueza petrolera. Sin embargo, una posterior caída de los precios del petróleo le empujó hacia un régimen autocrático brutal. Las controvertidas elecciones presidenciales de 2018 le aferraron al poder, a pesar de la declaración parlamentaria de su rival, Juan Guiadó, como presidente legítimo, una medida respaldada por casi 60 países y acompañada de estrictas sanciones económicas.

Sin embargo, los vientos políticos han cambiado. Con un nuevo gobierno de izquierdas en la vecina Colombia que aboga por el compromiso en lugar del aislamiento y con los países occidentales buscando nuevas fuentes de petróleo en medio de la crisis de Ucrania, el aislamiento internacional de Maduro parece estar retrocediendo. Incluso la administración Biden ha permitido a Chevron reiniciar una producción limitada de petróleo en Venezuela. Además, el diálogo entre el gobierno y los partidos de la oposición, facilitado por México, se ha reanudado, allanando el camino para futuras elecciones.

Respaldado por aliados internacionales como Cuba, Rusia y China, Maduro parece estar recuperando el equilibrio. Pero los regímenes autocráticos tienen la habilidad de exponer inadvertidamente sus debilidades. En una reciente medida para reforzar el control sobre la sociedad civil, Maduro propuso una legislación que criminaliza de hecho a las organizaciones de la sociedad civil y restringe aún más la libertad de expresión y de reunión.

Estas acciones opresivas sólo sirven para avivar el fuego del cambio. La perspectiva de las elecciones está galvanizando las demandas públicas de reforma. Según el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social, en los primeros 42 días de 2023 se registró un aumento del 136% en las protestas en comparación con el mismo periodo del año pasado. Profesores, sindicalistas y ciudadanos de a pie expresan cada vez más su oposición. «Esta vez hemos perdido el miedo», dijo un manifestante a Bloomberg, resumiendo la creciente ola de coraje y desafío.

Los sentimientos del público venezolano resuenan con las palabras de la periodista filipino-estadounidense y premio Nobel Maria Ressa en su libro «How to Stand Up to a Dictator» («Cómo enfrentarse a un dictador»). Ressa escribe: «Me niego a vivir en un mundo así. Exijo algo mejor. Merecemos algo mejor». Este llamamiento a la acción es válido para los venezolanos de hoy.

A pesar de la aparente salida de Maduro del aislamiento internacional, la demanda del pueblo de una sociedad justa y equitativa sigue insatisfecha. A juzgar por estos criterios, el reinado de Maduro ya es un fracaso a los ojos de su pueblo. Su resistencia y su firme búsqueda de la justicia y la igualdad hablan por sí solas de las reservas cívicas latentes de esta nación asediada. Entre los escombros de una economía colapsada y las sombras de la autocracia, el espíritu de la democracia en Venezuela se niega a morir. Sigue iluminando el camino hacia un futuro más esperanzador.

Keywords: Venezuelan Resilience, Economic Collapse, Autocratic Rule, Justice and Equality, Democratic Forces, Nicolás Maduro, International Isolation, Civil Liberties, Popular Demands for Change, Protests, Venezuelan Observatory of Social Conflicts, Maria Ressa.