Irán ha estado enviando gasolina y derivados del petróleo a Venezuela.
De las entrañas del subsuelo venezolano ha empezado a salir más petróleo.
Después de que la producción de crudo en ese país sufriera un retroceso histórico en los dos últimos años hasta niveles propios de mediados del siglo XX. En los últimos meses se ha producido un repunte que la llevó en noviembre pasado a unos 824.000 barriles, casi el doble de los 434.000 extraídos en el mismo mes de 2020.
En una entrevista transmitida por la televisión el 1 de enero, el presidente Nicolás Maduro se jactó de que el país había logrado producir nuevamente un millón de barriles diarios.
«Este año llegamos a un millón, la meta del próximo año es llegar a dos millones», afirmó.
En 1998, antes de que Hugo Chávez llegara al poder, Venezuela producía unos 3.120.000 barriles diarios de crudo, según datos de la OPEP.
Tras una fuerte caída durante la huelga de los trabajadores petroleros de 2002-2003, la producción volvió a ser de 3 millones de barriles en 2004 antes de iniciar un lento descenso hasta los 2,6 millones en 2015.
A partir de ahí, la pendiente se aceleró hasta alcanzar niveles de 1.137.000 barriles diarios en noviembre de 2018. Dos meses después, el gobierno de Estados Unidos impuso sanciones contra la industria petrolera venezolana, lo que acabó contribuyendo a hundir la ya mermada producción.
Aunque muchos expertos cuestionan la cifra anunciada por Maduro, sí reconocen que en 2021 Venezuela logró recuperar parte de su producción petrolera y señalan a Irán como un actor clave en este proceso.
Intercambio clave
«Lo que ha estado ocurriendo es que Venezuela está importando diluyentes de Irán -naftas, condensados, crudos livianos- que se están mezclando con crudos extrapesados venezolanos de la Faja del Orinoco para aumentar la producción», dice José Toro Hardy, economista petrolero que fue miembro de la junta directiva de la estatal venezolana PDVSA.
Fuente: Digis Mak