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La empresa está asentada en Bolivia, pero alguna vez intentó alzar vuelo en Venezuela sin éxito. Fundada en 2009 por el venezolano Ricardo Albacete Vidal en la occidental ciudad de Mérida, en los andes venezolanos, la Línea Aérea Merideña Internacional de Aviación (Lamia) pasó seis años sin iniciar operaciones comerciales hasta que recibió autorización para operar en Bolivia en 2015 con parte de las aeronaves adquiridas para la operación venezolana. Se asentaron en Santa Cruz, la segunda ciudad más importante de ese país.
Desde ese país se concentró en el atractivo nicho de mercado de los vuelos fletados por particulares. La apuesta luce como una deriva de la imposibilidad de concretar en Venezuela la aspiración de darle forma a una línea aérea que atendiera rutas no convencionales. A comienzos de su largo mandato, cuando aún no se había declarado como socialista, el fallecido presidente Hugo Chávez llegó a poner alguna vez a los viejos aviones Hércules del ejército venezolano a disposición para unir ciudades no tomadas en cuenta por la aviación comercial.
En sus aeronaves viajó la selección de Venezuela y la de Argentina y esta última se había quejado del servicio
Lamia fue un proyecto avalado por el exgobernador chavista de Mérida, Marcos Díaz Orellana, y encontró en Albacete Vidal, un exsenador por el estado andino de Táchira al viejo congreso bicameral de la República, al socio ideal para emprenderlo. Cuando en 2010 el avión con sus siglas aterrizó por primera vez en el aeropuerto de la ciudad, un valle estrechísimo cercado por dos montañas, habían pasado dos años desde el accidente del vuelo 518 de Santa Bárbara Airlines, que se estrelló contra los riscos vecinos a pocos minutos de su despegue mientras se dirigía hacia Caracas, y que provocó el cierre de las operaciones. A Albacete lo entrevistaron en la televisión regional y detalló sus planes: tarifas económicas —el clamor del comandante-presidente—, la devolución de la totalidad del importe pagado por el tiquete en caso de no abordar el vuelo y un trato que trascendiera la impersonal relación entre pasajero y aerolínea.
Esa voluntad chocó contra la burocracia chavista. En el Registro Nacional de Contratistas de Venezuela consta que la empresa Lamia, domiciliada en Mérida, jamás culminó el proceso necesario para poder convertirse en contratista del Estado. El aeropuerto abrió en una fecha posterior pero la paciencia de Albacete Vidal se había acabado. En una rueda de prensa acusó al Instituto Nacional de Aviación Civil y a un diputado opositor, el socialdemócrata William Dávila, de boicotear sus esfuerzos empresariales. Sus enemigos lo acusaban de ser un intermediario. El verdadero dueño, según esas denuncias, era un empresario chino, Sam Pa, sospechado de corrupción y tachado de mafioso por Washington. De acuerdo con esas versiones, estaba aprovechando el convenio entre ese país y Venezuela para explorar otros mercados.
Pronto encontró consuelo en el Caribe insular venezolano. La primera autoridad del estado de Nueva Esparta, Carlos Mata Figueroa, acogió sus planes con entusiasmo. Hablaron de rutas nuevas, querían aprovechar para comunicar el norte de Brasil con los destinos playeros venezolanos y las ventajas arancelarias derivadas de la entrada de Venezuela al Mercosur. Hasta el nombre de la aerolínea le calzaba porque podría rebautizarla como Línea Aérea Margariteña Internacional de Aviación sin cambiar el diseño o las siglas. Pero tampoco en la visitada isla venezolana, el principal polo turístico del país, pudieron comenzar a operar. Se fueron antes de despegar con pasajeros por primera vez.
En 2015, ya asentados en Bolivia con el nombre de Lamia Corporation, las federaciones de fútbol de Sudamérica y los equipos que juegan la Copa Libertadores y la Sudamericana, habituados a los largos traslados y escalas que supone moverse en un continente amplio y poco comunicado, vieron en Lamia una posibilidad de acortar el desgaste de los viajes por un precio mucho más económico. En sus aeronaves viajó la selección de Venezuela hasta Barranquilla para enfrentar a Colombia en septiembre; la Argentina de Leo Messi también la contrató para el traslado hasta Belo Horizonte, donde hace tres semanas enfrentaron a Brasil. Los argentinos, de acuerdo con un reporte del diario boliviano Diez, se quejaron del servicio. Fue la penúltima queja. Ahora Lamia enfrenta la peor de las tragedias para una aerolínea.
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