[FOTOS] Puerto Cabello metro y medio bajo el agua

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Foto: Dayrí Blanco

Dayrí Blanco

@DayriBlanco07

Es normal jugar bajo el sol y dentro del agua en Puerto Cabello. Los niños están acostumbrados a eso. Luis Molina y tres amigos lo estaban haciendo la mañana del lunes hasta que uno de ellos gritó. Todos se asustaron. Ninguno suele temerle a los ratones, por el contrario, los persiguen en casa para ahuyentarlos. Pero al ver uno flotando mientras buscaban la pelota de fútbol con la que jugaban en una de las calles del Casco Histórico, inundada con un 1,5 metros de agua, no pudieron ocultar su asombro. Recordaron el cuerpo de su vecino Marino Mercante, también flotando, que fue hallado la tarde del domingo dentro de su casa. Todo como consecuencia de una intensa lluvia que causó severas anegaciones en el municipio.

Al final de la tarde del lunes se conoció que el resultado de la autopsia de la víctima arrojó como causa del fallecimiento un infarto y obstrucción respiratoria. Sus vecinos insisten en que de no haber estado inundada la zona se habrían enterado del malestar del señor que era muy conversador con todos. “Lo hubiésemos llevado al hospital. No se habría ahogado”. Ese día, su muerte coincidió con el nacimiento de un niño en el Teatro Municipal que fue habilitado como refugio. A su madre se le adelantó el parto en medio de la emergencia y con las vías de acceso colapsadas no tuvo otra opción que dar a luz en el lugar. Ambos están sanos.

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Foto: Dayrí Blanco

Cinco bombas de achique tiene la Hidrológica del Centro (Hidrocentro) para evitar emergencias como la presentada en el litoral carabobeño. Ninguna está operativa. La sede principal del ente estatal también se inundó porque esas máquinas, que deben succionar el agua pluvial para desembocarla en el mar, están dañadas. No se destinó ningún tipo de inversión durante la larga sequía para prevenir que se repitiera un hecho como el que ya se había vivido en 2005, 2007 y 2010 por la misma causa.

El campo de juego elegido esa mañana por los niños era agua sucia. Roedores muertos no era lo único que había. También flotaban insectos, e incluso gatos junto a las cloacas de la zona. Ellos estaban ahí porque no tenían ropa para ir a la escuela. Lo perdieron todo. La pelota con la que se entretenían la habían rescatado atascada entre las ramas de un árbol. Al ver el ratón que les recordó a su vecino de 84 años que vivía solo en la calle Comercio dejaron de jugar. Se fueron a sus casas quejándose de hambre. “Solo una arepa nos trajeron ayer unos trabajadores de Bolipuerto”, exclamó uno de ellos. 24 horas después no habían vuelto a comer.

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Foto: Dayrí Blanco

Carmen de Quijada también reside en el Casco Histórico, en una casa en de la calle Ricaurte desde hace 30 años y ha sido víctima de las cuatro inundaciones que se han presentado. El sábado, cuando comenzó la lluvia a las 4:00 pm, estaba con su nieta de dos años comprando comida. Llegaron a las 7:00 pm. La señora de 72 años, que apenas se recupera de una neumonía, tuvo que cargar a la niña para evitar que se ahogara. Ya el nivel del agua alcanzaba 1,5 metros. Como pudo puso en alto la carne, el pollo, el queso y el resto de los alimentos que había podido pagar y que ni siquiera pudo cocinar. “Todo se puso malo. La comida, la nevera, el equipo de sonido, el televisor, los ventiladores y los cuatro colchones también se dañaron”. La mayoría de la ropa también se fue con el paso del agua.

REFUGIO VACÍO

Por la calle Puerto Cabello de la misma zona caminaba Esteban Escalona preocupado. Él vive en San Esteban, otro sector del municipio con afectación menor, y no sabía nada de su hija y sus cinco nietos. Iba apurado hacia una casa blanca. El agua le llegaba por la cintura. Tocó la puerta y no había nadie. Su angustia era aún mayor. “Esteban se fueron para el Teatro Municipal”, le gritó una vecina y él respiró profundo y aliviado.

Al llegar al sitio donde le indicaron que estaba su familia tuvo que esperar más de una hora para que le dijeran algo. Todas las puertas coloniales de madera envejecida y de gran tamaño estaban cerradas. Al tocar cualquiera de ellas salía alguien vestido de rojo y daba poca información o ninguna. Después de tanto insistir le dijeron que su hija y sus nietos estaban en el punto de control de Protección Civil, a unos 300 metros, esperando por atención médica. Ahí los consiguió. Se llevó a los niños para que se bañaran, comieran y descansaran. La mujer se quedó vigilando su casa.

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Foto: Dayrí Blanco

En el teatro, único lugar habilitado como refugio por la alcaldía, hay 37 niños y cuatro adultos mayores. Se trata de apenas 1% del número promedio de afectados, calculados a cinco habitantes por casa. El alcalde Juan Carlos Betancourt aseguró que en total son 820 familias las que han sido perjudicadas, 747 de ellas residentes del Casco Histórico. La mayoría ha preferido quedarse en sus casas para resguardarlas de la inseguridad, pese a la presencia de funcionarios de la Guardia Nacional, la Policía Municipal y la de Carabobo.

En el refugio los niños juegan. Ellos siempre consiguen una excusa para hacerlo. Los más pequeños se divierten empujando las sillas. Los mayores cuentan historias entre ellos. Los ancianos lucen preocupados. No hablan con nadie. Prefieren esperar en silencio que le entreguen un plato de comida y que alguien le de la buena noticia de que pueden volver a sus casas.

CAUSAS TÉCNICAS

La responsabilidad de esta contingencia parece estar clara. La falta de previsión y mantenimiento de alcantarillados y drenajes fue clave. Eso se sumó a la inoperatividad de las bombas de succión de Hidrocentro, según denunció la diputada de la Asamblea Nacional (AN) Deyalitza Aray. El alcalde difiere. Para él la causa está en una larga interrupción eléctrica que provocó que las máquinas de la hidrológica fallaran y que el Casco Histórico tiene como gran desventaja estar en la cota más baja del municipio respecto al nivel del mar.

Pero a 48 horas del inicio de las precipitaciones las bombas aún no funcionan. La altura del agua ha bajado de un metro y medio a 40 centímetros como consecuencia de la gravedad. Es un proceso lento y que podría complicarse con otras horas de lluvias intensas, como indican los pronósticos. “No queremos que siga lloviendo, pero es algo que no podemos controlar”, expresó Betancourt. Antes de finalizar el día llovía otra vez.

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Foto: Dayrí Blanco

Aray resaltó que las cuadrillas del Casco Histórico que habían sido conformadas durante la gestión del Henrique Salas Feo como gobernador desaparecieron. Eran funcionarios que se encargaban en verano de limpiar los drenajes. Y durante la contingencia que inició el sábado la respuesta de las autoridades ha sido tardía, “es hoy lunes que comenzaron hacer el censo y no hemos visto cuadrillas para revertir el daño que padecen los habitantes del municipio, y para el gobernador Francisco Ameliach Puerto Cabello simplemente no existe”.

Domingo Antonio Urquiola tiene 15 años viviendo en calle Puerto Cabello de la zona colonial. Desde varios casilleros de refresco que dispuso uno encima de otro como una silla improvisada ha visto pasar al alcalde, el secretario de gestión de la gobernación para Puerto Cabello y Juan José Mora, Diones Olivares, e incluso al viceministro de gestión de riesgo, William Martínez. No les ha dicho nada. Prefiere voltear a otro lado, justo donde estaba Luis Molina y sus tres amigos jugando con la pelota de fútbol. A él ya nada lo impresiona, ni los ratones flotando en el agua.

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