Ramón J. Velásquez: Ejemplo de ciudadanía

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Ramón J. Velásquez 1916-2014 / archivo

 

Con motivo de conmemorarse hoy el centenario del natalicio de Ramón J. Velásquez, destacadísimo intelectual, historiador y político venezolano, el profesor e historiador Fredy Rincón Noriega ( @ferinconccs ) ha preparado un notable trabajo especial sobre la vida del ejemplar tachirense, que con todo gusto le presentamos a ustedes.

 

 

 

RAMON J. VELÁSQUEZ: EJEMPLO DE CIUDADANÍA

Por: Fredy Rincón Noriega

Como una contribución para dar a conocer a las nuevas generaciones la figura de Ramón J. Velásquez, me propuse reseñar en unas breves notas sobre la incansable labor intelectual desarrollada por este ilustre venezolano, quien desde temprana edad fue construyendo una vida y una obra al servicio del bien colectivo.

He procurado brindar una información detallada de lo realizado por el doctor Velásquez como periodista e historiador, haciendo un esfuerzo por dejar registrada a manera de crónica su incesante y continua actividad en ambas disciplinas. En él encontramos dos constantes como hombre entregado a las limpias y serenas faenas de la cultura nacional; una es su contumaz empeño por rescatar fuentes y testimonios documentales con la idea de preservar la memoria del país, la otra es su desinteresado esfuerzo por promover la edición de libros, colecciones, boletines y nuevos valores en el campo de las ciencias sociales.

He visto un ciudadano ejemplar en sus actuaciones públicas, siempre atento a las demandas de la provincia, preocupado permanente por la convivencia y el respeto a la opinión del adversario, defensor intransigente del sistema democrático. Y como dijera Don Pedro Graces: “Su integridad humana, formada en la tradición tachirense, fue moldeando su carácter de hombre probo, recio, honesto, intransigente con el error y la picardía hasta hacer una de las plumas más notables en la difícil interpretación sociológica y política del siglo XX venezolano”…

En cuanto a las informaciones biobibliohemerográficas vertidas en las próximas líneas, debo acotar que las mismas fueron tomadas de un trabajo realizado acerca de la obra histórica y política del doctor Ramón J. Velásquez que tuve la oportunidad de coordinar. En esta acuciosa investigación también participaron las historiadoras Antonieta Meneses Juari y Zaira de Martínez.

LOS PRIMEROS AÑOS

En un hogar entregado a las tareas de la educación, un 28 de noviembre de 1916, en San Juan de Colón del Estado Táchira, nació Ramón José Velásquez Mujica. Su padre, Ramón José Velásquez Ordóñez, cultivó con perseverancia los conocimientos humanísticos, obtenidos durante su pasantía por el Seminario. Don Ramón Velásquez transitó el gratificante oficio de la enseñanza en San Juan de Colón, Rubio, Capacho, San Cristóbal y Caracas, logrando importantes distinciones por sus virtudes académicas y pedagógicas. Su madre, Regina Mujica de Velásquez, se dedicó por entero al magisterio: medio siglo de su vida estuvo dedicada al servicio de la enseñanza y a la fundación de diversos centros de formación docente en el Estado Táchira.

En San Cristóbal, Don Ramón Velásquez ejerció la Dirección del Diario Católico; así como la subdirección del Liceo Simón Bolívar, prestigiosa institución educativa conducida por uno de los educadores de mayor reputación y prestigio de la región: Don Carlos Rangel Lamus. Estas dos figuras colocaron todo su empeño en formar jóvenesque muy pronto conquistarían un sitial relevante en la vida regional y nacional. Algunos de ellos son: Leonardo Ruiz Pineda, Miguel Moreno, Simón Becerra, Aurelio Ferrero Tamayo, Alberto Angulo Ortega, Ramón Eduardo Sansón, Pablo Castro Becerra, Jorge Murillo y Ramón J. Velásquez.

Estaban convencidos estos destacados profesores de que la aparente eternidad dictatorial de Juan Vicente Gómez algún día llegaría a su fin, y por ello, era necesario educar a esta nueva generación de tachirenses para una Venezuela mejor. Rangel Lamus fue un educador que poseía una vasta cultura, amante de la ciencia y de la naturaleza, fue el primero en hablar en San Cristóbal sobre el alcance de la revolución socialista de 1917 en Rusia; dado su conocimiento en torno a los sistemas políticos, aspiraba a vivir en democracia y libertad.En tanto Don Ramón, regente de las cátedras de Latín, Griego y Filosofía, hacía gala de sus dotes pedagógicas, con el fin de estimular el gusto por el lenguaje y la escritura, animar el interés hacia las diferentes corrientes literarias, y forjar una conciencia crítica frente a la vida.

Estas dos figuras, una el maestro, otra el padre-educador, impactaron hondamente el espíritu en formación de Ramón J. Velásquez. El resultado fue disciplina y constancia en las faenas intelectuales. La investigación histórica y el periodismo fueron los oficios escogidos y cultivados sin desmayo desde los años escolares en la Escuela Primaria anexa al Liceo Simón Bolívar. En el periodismo, hizo sus primeras incursiones como corrector de pruebas en el Diario Católico cuando cursaba cuarto grado. En la misma escuela dirigió y redactó el periódico Juventud; luego en 1932, antes de concluir la primaria, ganó el concurso monográfico sobre la vida de Simón Bolívar organizado para los alumnos de quinto y sexto grados; el premio consistía en la publicación del trabajo ganador en un periódico regional, el diario El Táchira, de San Cristóbal, dirigido por el periodista merideño Don Carlos Rodríguez L., este sería su primer artículo publicado en la prensa.

La inquietud por el estudio de la historia había dado su ópera prima. En adelante su vida estará marcada por una permanente reflexión sobre el acontecer nacional. Futuros ensayos sobre distintos tópicos de la evolución política y social de Venezuela, irán conformando una amplia producción historiográfica, convertida hoy en día en referencia obligada para el estudioso de la historia venezolana. En cada nuevo trabajo de investigación histórica sorprende la precisión documental, la anécdota o el suceso, invitando a una permanente revisión crítica de nuestro pasado.

Esta formación histórica unida al oficio de comunicador social, le permitió a Ramón J.Velásquez atar la narración rigurosa del pasado al lenguaje periodístico, en un estilo único, que atrapa al lector menos aguzado, mostrándole una versión que por amena, noes menos documentada y científica: una historia que ha trascendido aulas, archivos y bibliotecas, porque ha sido concebida con rigor científico y escrita con el deseo de comunicación directa y franca, propio del periodismo.

La necesidad de decir y comunicar ideas, el deseo de formar opinión en torno a las manifestaciones y corrientes literarias del momento, ofrecer a las inquietas mentes de entonces un medio eficaz para el intercambio de información, fueron razones por las cuales el joven Ramón J. Velásquez, desde temprana edad, dedicó tiempo y esfuerzo as us labores de redactor y editor.

En 1933, si bien el General Eustoquio Gómez había abandonado la ciudad de San Cristóbal, aún permanecía la sombra de su rígido control. Expresar una opinión con autonomía de criterio era entendida como una disidencia y por lo tanto castigada. Se convivía con la imposibilidad de escribir libremente sobre los temas políticos, todo lo cual hacía que cualquier proyecto editorial políticamente independiente fuese una quimera. No obstante los resquicios que ofrecía el Liceo Simón Bolívar por su bien ganado prestigio y respeto, y en virtud del ambiente cultural y científico que se respiraba en sus aulas, del espíritu juvenil y soñador de aquellos años surgió el proyecto audaz: la publicación de un diario. La anterior realidad era un freno y al mismo tiempo acicate para que el joven Ramón José, en unión de otro inquieto y entusiasta promotor de empresas periodísticas como lo era Humberto Spinetti Dini, librara su primera batalla editorial. Así nació El Nacional, órgano ágil y renovador en los términos que permitía aquel ambiente hostil que se respiraba en San Cristóbal. Apenas comenzaba a cursar su bachillerato y ante sí bullía el “deseo de superar la oscura hora de retardo venezolano”.

En aquellos días además de colaborar con la Sociedad Estudiantil del Liceo en calidad de redactor de la revista Nautilus, su artículo “Modificación Espiritual” aparece publicado, casi en forma simultánea, tanto en su recién fundado periódico como en otras voces de provincia: El Orión, El Occidental, El País, de Maracaibo y en Perfil, de Coro.

Fue el momento cuando dictó su primera conferencia pública, pronunciada con sencilla y mesurada oratoria un 23 de julio de 1933 en el “Salón de Lectura” de San Cristóbal,importante centro cultural cuyos espacios le eran familiares desde su nacimiento y donde entró en contacto con la intelectualidad tachirense. Allí abordó el tema del 19 de Abril de 1810, cuyo texto fue publicado en su periódico El Nacional. Era otro importante paso de compromiso con las letras y la creación. Sabía que disertaba frente a una institución y un público selecto. Pronto formaría parte de los distinguidos tachirenses que han presidido la “Sociedad Salón de Lectura”, entre quienes figuran Eduardo y Abel Santos, Don Carlos y Amenodoro Rangel Lamus, Aurelio Ferrero Tamayo, Rafael María Rosales, Horacio Cárdenas y Leonardo Ruiz Pineda, dignos representantes de las letras tachirenses.

Al año siguiente, bajo la acertada conducción y asesoría de Antonio Quintero García,edita en compañía de Ciro Urdaneta Bravo la revista Antena, de existencia efímera,inspirada en el deseo de permitirle a la provincia el conocimiento de las nuevas corrientes en el arte y la ciencia. Se insistía en sembrar en el pueblo nuevas semillas civilizadoras, en busca de frutos llenos de progreso y libertad.

AHORA EN LA CAPITAL

En 1934, la familia Velásquez Mujica ha cambiado su residencia a la capital y se establece en la tradicional barriada caraqueña de San Agustín del Sur. Don Ramón es entonces profesor de Latín y Raíces Griegas en el Liceo “Andrés Bello”. Quienes lo conocieron de cerca o fueron sus alumnos, han dejado testimonios del dominio que sobre la historia nacional tenía, la forma amena cómo la narraba, del interés que siempre evidenció por conocer y enseñar las distintas corrientes filosóficas modernas. Su vasta cultura y sus excelentes condiciones para transmitirla constituyeron aval suficiente para que ganara un concurso de ingreso al personal docente del recién fundado Instituto Pedagógico Nacional, entidad educativa que a finales de 1936 reunió a un selecto grupo de profesores venezolanos integrados por Milá de la Roca, Luis B. Prieto Figueroa,Francisco Tamayo, Humberto García Arocha y Don Ramón Velásquez, quienes junto ala recordada Misión Pedagógica Chilena venida al país por gestión de Mariano Picón Salas, Pedro Arnal y Alberto Smith, sentaron las bases del hoy Instituto Universitario Pedagógico de Caracas.

Mientras tanto Ramón J. Velásquez, joven recién llegado a la capital, asume nuevos compromisos: en 1935 es electo Presidente del Centro de Estudiantes del Liceo “Andrés Bello”. Desde esta nueva posición buscó y dio salida a su pujante inquietud por comunicar y organizar en torno a ideas, objetivo que cristalizó con la fundación de la revista Futuro, semanario cultural adscrito a esa organización estudiantil y en cuya iniciativa lo acompañaron Rafael Heredia, Juan Saturno Canelón y Pedro Chacín Chacín.En Caracas, el largo silencio venezolano impuesto a comienzos de siglo se había visto interrumpido con la movilización estudiantil del año 1928. Osado desafío que el dictador supo castigar duramente. Pero un nuevo país estaba emergiendo anunciando su pronto alumbramiento. Entre los estudiantes y parte del pueblo había prendido la idea de libertad, la necesidad de continuar adelantando iniciativas políticas y culturales en beneficio de una Venezuela auténticamente democrática.

Lo que parecía imposible en 1935 para un sector de la población, en 1936 era una realidad para toda Venezuela: Gómez había muerto. De aquí en adelante la historia va a ser otra. El país empezó a crecer en el orden institucional, y con ello se fue avanzando en el proceso de construcción de un Estado moderno. La sociedad comenzó a buscar insistentemente, y sin detenerse, el comienzo de su realización política. En esa búsqueda jugó papel relevante la Federación de Estudiantes de Venezuela, organización desde la cual desarrollaron sus primeras experiencias políticas los forjadores de la democracia que se instaló en le siglo XX venezolano. Entre ellos figura Ramón J. Velásquez, quien participa activamente en las tareas promovidas por dicha organización, encaminadas en  su mayoría a estructurar nacionalmente el movimiento estudiantil. En esta actividad aportó su prestigio intelectual y su relevancia como joven promesa en las letras nacionales. Se desempeñó como redactor de la revista FEV y ese mismo año, en calidad de analista de temas universitarios, colaboró con el diario Ahora nacido al calor de los albores democráticos de aquel año.

En 1937, su doble condición de historiador y escritor son puestos a prueba para cumpliruna grave responsabilidad escolar: su tesis de grado para optar al título de Bachiller.Selecciona un tema vinculado a su tierra de origen: El Táchira y su proceso evolutivo,este nuevo trabajo de investigación histórica es discutido ante un calificado jurado de laUniversidad Central de Venezuela, tal como lo exigía la Ley de Instrucción Pública vigente entonces. Fue una nueva conquista, un paso más firme, una respuesta segura a su búsqueda como oficiante de la historia: la calificación de sobresaliente premió el trabajo realizado.

Días después el diario El Universal de Caracas — el 8 de marzo de 1937— publicó parte del ensayo bajo el título “Una página del gran Vargas Vila, Carlos Rangel Garbiras” con la siguiente advertencia: …”Los párrafos que copiamos a continuación son de un artículo del joven escritor nacional Ramón J. Velásquez, sobre la incorporación del Táchira a la nacionalidad venezolana”…Este fue sin duda, un reconocimiento estimulante, y que fue imitado por el historiador José Gil Fortoul, quien le remitió misiva, felicitándolo por su tesis, y en la cual destaca el valor historiográfico de dicho ensayo. Así, poco a poco, en medio de una disciplina férrea y heredada, se fue forjando el escritor, historiador y periodista.

EL JOVEN UNIVERSITARIO

En 1938 ingresó a la Universidad Central de Venezuela, como estudiante de la Facultad de Derecho. Allí las fronteras del conocimiento se vieron rápidamente ensanchadas;atendió con celosa preocupación las clases de Derecho Constitucional, disciplina clave en la comprensión del hecho político e instrumento fundamental para el análisis histórico de una nación.

A lo largo de toda su carrera universitaria mostró una férrea responsabilidad académica,sin que por ello se viera menguada su actividad en favor de la cultura y el desarrollo político, pues continuó su infatigable búsqueda intelectual. Sin mediar otro interés que no fuese el ansia por ir al encuentro de los valores literarios y científicos dominantes en la Venezuela de entonces, se empecinó en dejar una huella profunda en el quehacer periodístico. Fue así como entre 1938 y 1942, adelantó proyectos en Caracas con Héctor Hurtado, Fernando Padilla Arteaga y Francisco Visconti, y funda la revista Gaceta Indo-Americana, cuya línea editorial se orientó fundamentalmente hacia temas de opinión política. Simultáneamente colaboró en la revista Derecho, órgano informativo del Centro de Estudiantes de la Facultad de Derecho de la UCV.

En 1939, sin abandonar sus compromisos en Caracas, realizó frecuentes viajes a la capital tachirense para promover varias publicaciones periódicas. Ante la ausencia de un vocero de oposición al gobierno regional, su primera iniciativa fue asociarse a sus coterráneos Mario Cárdenas Pico y Juan N. Jaime con el fin de editar el semanario Frente; sin embargo, pronto sobrevino la clausura de este experimento por parte del Ejecutivo, se adujo entonces un supuesto interés político contra la paz ciudadana. Los mismos términos volvieron a usarse años más tarde (1941), para clausurar otra experiencia editorial del joven Velásquez, Presente. El año anterior (1940), había fundado y dirigido el semanario Provincia, aunque su orientación editorial fue distinta,constituyó otro empeño fallido al no lograr superar las dificultades surgidas en su esfuerzo por mantener su periodicidad y constancia. La convicción que siempre tuvo Ramón J. Velásquez sobre los alcances y poder del medio impreso, explican su tenacidad infatigable para adelantar proyectos de esta naturaleza.

Durante estos años, además de ejercer en 1940 la presidencia del Salón de Lectura de San Cristóbal, fue permanente colaborador de periódicos de la región, destacándose sus breves ensayos históricos, publicados en el diario Centinela, entre los cuales encontramos “Amelia Candiales la coronela de la Restauración”, “Fermín Estrena:Análisis de una novela histórica”, este último firmado con el seudónimo de Francisco Sánchez Roa. También publica en el mismo órgano el artículo “Alfonso López, elrigoyen de Colombia”, el cual fue reproducido en el diario Ahora de Caracas.

Como dirigente estudiantil participó en la agitada Venezuela de los primeros quince meses del mandato lopecista. Fue testigo y actor de un tiempo histórico, cuando el pueblo venezolano aprendió de política lo suficiente como para empinarse y sobreponerse a los instantes de incertidumbre surgidos a lo largo de ese quinquenio(1936-1941). El trágico 14 de febrero, la huelga general de junio y la huelga petrolera,la ilegalización y expulsión del país de los principales dirigentes populares en 1937, y eldebate en torno a la sucesión presidencial, que debía efectuarse en 1941, fueron hechos claves en el ambiente político nacional, en el cual el joven intelectual debió probar sus herramientas de reflexión.

ABOGADO Y PERIODISTA

Cuando cursa el último bienio de la carrera, el tema de la sucesión presidencial copa la escena política venezolana. Era cosa sabida que el candidato apoyado por el Ejecutivo ganaría las elecciones, sin embargo, un grupo de venezolanos demócratas y civilistas proclamaron la candidatura “lírica”, “simbólica” y “pedagógica” -como se denominó entonces- de Don Rómulo Gallegos. Esta candidatura convocó al pueblo venezolano a marchar por un camino de esperanzas, a pensar seriamente en la posibilidad de elegir un Presidente civil y civilista, defensor de una democracia plena ejercida por el pueblo.

Las elecciones se efectuaron el 28 de abril de 1941. En el seno del Congreso Nacional se consumó lo previsto. Una amplia mayoría de parlamentarios votó a favor del candidato oficial. El General Isaías Medina Angarita fue elegido entonces Presidente dela República para el período 1941-1946. Durante esta etapa, Venezuela dio pasos firmes hacia la consolidación de una sociedad política en la cual se fueron afirmando los valores democráticos. Con el nuevo huésped de Miraflores, se vislumbró un cambio en el estilo y en la forma de tratar los problemas políticos: la promesa del nuevo Presidente de permitir el libre funcionamiento de los partidos políticos con distintas ideologías, se hace una realidad. Medina Angarita, desde los inicios de su gestión, negó la tesis de quienes pregonaron, antes de ser electo, una supuesta intención autoritaria de su Gobierno.

En medio de estos cambios significativos que introdujo la administración de Medina,continuó su carrera ascendente Ramón J. Velásquez, siempre atento a los avances y  retrocesos políticos. Así fue como decantó un saber que pronto vertió en su denso y enjundioso estudio sobre la evolución política y social de la Venezuela del siglo XX.

El 8 de octubre de 1942, el joven intelectual tachirense asistía a la Universidad Central de Venezuela a presentar su tesis de grado para optar al título de Abogado de la República, la cual tituló “Calidad de la responsabilidad ministerial, responsabilidad política de los ministros y la Constitución venezolana”, acucioso trabajo de investigación que, además d contribuir con significativos aportes al Derecho Constitucional venezolano, mereció los mejores elogios de los miembros del jurado,entre quienes figuraban los destacados juristas: Pedro Arismendi Lairet, Fernando Amores y Herrera, J. M. Hernández Ron y José Rafael Mendoza, quienes lo  distinguieron con la mención sobresaliente.

Cumplido exitosamente este reto académico, parecía lógico que tomara el camino del bufete y en consecuencia el ejercicio pleno de la profesión de Abogado. Quizá, para extrañeza de algunos, mas no para él, la ruta tomada conducía en una sola dirección: la entrega total y sin límite de tiempo a las actividades que lo habían atrapado desde temprana edad: el Periodismo y el estudio de la Historia de Venezuela, particularmente la labor periodística. Allí estaba su ambiente, el lugar apropiado donde procesar,analizar y escribir los últimos acontecimientos nacionales y extranjeros. Ahora con mayor decisión volvía a su verdadera “casa”, al encuentro con sus colegas periodistas,tanto en la calle como en la mesa de redacción.

Estar al día en la información y, a partir de allí, escribir diariamente por el compromiso con un público lector o simplemente por satisfacer una necesidad personal, fue una tarea irrenunciable, a la cual le dedicó toda su energía y perseverancia. Por estos años dea ctividad reporteril indagó constantemente y vivió intensamente la noticia; entendió la importancia de desentrañar, en todo lo que fuera posible, el arte de discernir entre un suceso banal -circunstancialmente importante para la opinión pública- y un hecho verdaderamente histórico. Acumulaba en la práctica del diarismo la crónica veraz y de significativa proyección, la cual va a nutrir sus rigurosas investigaciones, y consecuencialmente la elaboración de un discurso historiográfico de prosa amena y de indiscutible valor científico.

LA PRIMERA ENTREVISTA IMAGINARIA

Llegado 1943 Ramón J. Velásquez ya es un redactor, reportero y articulista en distintos diarios de la capital. Se integró al grupo de periodistas que había fundado en 1941 al conocido tabloide Ultimas Noticias, entre otros Francisco Kotepa Delgado, Sergio Antillano y Pedro Beroes. Allí desplegó una intensa actividad reporteril. Como articulista mantuvo diariamente -desde el 3 de agosto hasta el 28 de diciembre de 1943-la columna ”Hoy”, donde trató distintos temas de política nacional y latinoamericana, intercalándolos con opiniones sobre cultura general. En este periódico inauguró otra columna el 21 de junio de 1944, identificada con el encabezado de “Trampolín”, en la cual conservó la misma orientación temática de la anterior. También dio paso a trabajos periodísticos ubicados en el género de la entrevista, el reportaje y la crónica histórica.Esta experiencia le permitió entrar en contacto personal con descollantes figuras de la escena política venezolana y del exterior, con quienes cultivó nexos de leal y recíproca amistad.

Entre estos personajes cabe mencionar a César Godoy Urrutia, líder comunista chileno,al conservador Luis Ignacio Andrade y al liberal Juan Lozano Lozano, ambos colombianos. De Venezuela entrevistó al renombrado General Vincencio Pérez Soto,más conocido por sus ejecutorias gomecistas que por sus inclinaciones intelectuales y al autor de Memorias de un Venezolano de la Decadencia, José Rafael Pocaterra.

Entre las satisfacciones obtenidas durante esta primera etapa como periodista sagaz,destaca la singular manera cómo conoció al doctor Diógenes Escalante, ilustre intelectual venezolano, quien durante buena parte de lo que iba de siglo, había ocupado altas posiciones y delicadas misiones diplomáticas en el exterior; considerado además como uno de los más brillantes colaboradores del Presidente Eleazar López Contreras al participar en la elaboración del famoso Programa de Febrero de 1936. Sin embargo,muy pocas personas de la Venezuela emergente sabían de la trayectoria y del pensamiento del doctor Escalante.

Entre la élite política no existía consenso para suceder al Presidente Medina; la figura del doctor Diógenes Escalante, a la sazón Embajador de Venezuela en Washington,aparecía súbitamente como factor de entendimiento entre las distintas fuerzas políticas:el Partido Democrático Venezolano (en el Gobierno), Acción Democrática y los comunistas.

Previa solicitud de distintas personalidades, en julio de ese año regresó al país el doctor Escalante, personaje que —como ya he dicho— era poco conocido, por lo que era necesario darlo a conocer ante la opinión pública. Para los factores disidentes al régimen medinista esta era una tarea prioritaria. En este plan se anotó Ramón J. Velásquez, quien para entonces ya había cultivado excelentes relaciones con líderes de la oposición política como Rómulo Betancourt, Luis Beltrán Prieto Figueroa y Valmore Rodríguez.En su condición de reportero de Ultimas Noticias, solicitó insistentemente al doctor Escalante una audiencia con el fin de conocer sus ideas respecto a un futuro gobierno para Venezuela, pero dicho encuentro jamás pudo concertarse. Una astuta y brillante solución encontró el joven periodista: el 10 de agosto de 1945 incursionaba con su primera “entrevista imaginaria”. Así fue como un importante sector del país se enteró del pensamiento progresista de aquel candidato de consenso, sus ideas acerca de la seguridad económica, la justicia social y la recuperación de la provincia venezolana.Cuando el doctor Diógenes Escalante, un tanto desconcertado, leyó el texto de la entrevista, solicitó conocer al audaz periodista. Quedó impresionado por la manera fiel ye xacta como le había interpretado su pensamiento. De aquí en adelante Ramón J.Velásquez se convierte en uno de sus más cercanos colaboradores y en consecuencia en testigo de excepción en aquellos momentos aciagos que vivió el país: la enfermedad sin regreso del doctor Diógenes Escalante y los posteriores acontecimientos políticos y militares que condujeron al derrocamiento del Presidente Isaías Medina Angarita el 18 de octubre de 1945.

Durante estos años también laboró como reportero y redactor del periódico El País,órgano de estrechas vinculaciones con Acción Democrática, el cual se editaba en Caracas bajo la dirección de Valmore Rodríguez, como jefe de redacción Luis Troconis Guerrero, en la administración Luis Colombani y como gerente de publicidad José Agustín Cátala. Desde el 11 de enero de 1944 hasta el 24 de abril del mismo año,escribió diariamente la columna “Día a Día”.

Desde su fundación en 1943, mantuvo una permanente vinculación, que aún pervive,con el prestigioso diario El Nacional. En sus inicios redactó notas sobre economía y finanzas en reemplazo de José Antonio Mayobre; en 1944 junto a otros colaboradores insertó varios artículos en la columna “Belvedere”, firmados como Lope Montilva,L.M., R.J.V. y Ramón J. Velásquez.

SU MODESTA EXPERIENCIA EN EL PODER

En el quinquenio inconcluso de la administración medinista, se logró conducir al país hacia niveles superiores en el orden político, económico y social. “Avanzando sin pausas pero sin precipitaciones”, como diría el propio Medina Angarita, adelantó la reforma petrolera de 1943 y la Ley de Impuesto Sobre la Renta, instrumentos que permitieron aumentar considerablemente el ingreso fiscal de origen petrolero, lo cual repercutió favorablemente en los planes modernizadores adelantados por quienes desde el Gobierno se empeñaron en estas transformaciones, como Arturo Uslar Pietri, Rodolfo Rojas, Mario Briceño Iragorry, Mariano Picón Salas, Pastor Oropeza, Manuel R. Egaña,Ramón Díaz Sánchez y Julio Diez entre otros.

En el terreno político se legalizaron las organizaciones partidistas: Acción Democrática(1941), organización que desde su aparición mantuvo una férrea oposición al Gobierno y entre cuyos principales conductores se encontraban Rómulo Betancourt, Raúl Leoni,Luis Beltrán Prieto Figueroa, Rómulo Gallegos y Andrés Eloy Blanco; el socialcristianismo liderizado por Rafael Caldera, quien había fundado Acción Electoral y luego de su disolución creó Acción Nacional. Además con la Reforma Constitucional se eliminó el célebre inciso VI que venía desde los tiempos de la dictadura gomecista, el cual prohibía las actividades comunistas; superado este obstáculo fue legalizado el Partido Comunista de Venezuela que funcionó libremente a lo largo del período, bajo la denominación de Unión Popular Venezolana.

Sin embargo, el ambiente político en 1945 se tornó confuso, la discusión pública se hizo cada vez más tensa. La hegemonía andina se cuarteó ante la pretensión de regresar al poder del ex Presidente López Contreras. A esto se vino a añadir que en la reforma constitucional medinista no se incluyó lo de la elección universal, directa y secreta para elegir al Presidente de la República, que constituía una de las más caras aspiraciones de la población venezolana desde 1936. Los militares inconformes venían actuando clandestinamente y se habían organizado en la Unión Militar Patriótica. Por su parte,AD, ante el fracaso del “Plan Escalante”, ofreció el apoyo civil a los militares descontentos. El camino hac