El síndrome fatal de la política peruana

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J. Eduardo Ponce Vivanco: Perú Presidencia

El síndrome fatal de la política peruana

Al día siguiente de la partida de Xi Jinping la política trajo de vuelta los nubarrones de siempre, elevando la temperatura con una interpelación ministerial y el acostumbrado fuego cruzado de denuncias y acusaciones que plagan el escenario público.


Infolatam
Lima, 27 noviembre 2016
Por J. Eduardo Ponce Vivanco

(Infolatam).- En buena medida, el éxito de APEC/Lima se gestó por la oportuna visita del presidente Kuczynski a Pekín. Antes y después de la cumbre, los mandatarios de Japón y China —los estados de mayor peso en el Pacífico asiático— protagonizaron visitas bilaterales de similar gravitación para el Perú. La reunión estuvo dominada por la embestida de Trump contra el libre comercio, el sistema de alianzas defensivas de EE.UU. y el orden internacional de la postguerra, propiciado por Roosevelt, Truman, Eisenhower y sus sucesores presidenciales.

El recién elegido para gobernar la icónica democracia norteamericana tendió la alfombra roja para que su principal rival, la potencia china, comience a reemplazarlo en el ámbito geográfico más dinámico de la economía mundial, donde subyacen conflictos peligrosos entre varios países con armas atómicas. Ningún analista serio puede ignorar la trascendencia de esta cumbre, impecablemente organizada y manejada por nuestro gobierno.

Pero ¿cuánto ha durado este gran éxito y las expectativas que despierta para el desarrollo nacional? Al día siguiente de la partida de Xi Jinping la política trajo de vuelta los nubarrones de siempre, elevando la temperatura con una interpelación ministerial y el acostumbrado fuego cruzado de denuncias y acusaciones que plagan el escenario público. Muchos pensamos que las coincidencias entre las fuerzas que lideran el Ejecutivo y el Congreso permitirían consolidar un equilibrio inteligente y discreto para aprovechar al máximo el quinquenio que precede al Bicentenario de la Independencia, evitando un fracaso que dañaría a todos los peruanos. Sin embargo, como si no supieran que todas las acciones generan reacciones por lo menos equivalentes, esas mismas fuerzas se acercan al trajinado modelo de oposición abierta, sin asumir el evidente riesgo de multiplicar las contradicciones y perder el control de una dialéctica peligrosa.

Unos están convencidos de que la única forma de ganar elecciones futuras es el ejercicio de una oposición real (o alzar la voz para que lo parezca), mientras que los otros creen que el antifujimorismo funcionará para gobernar. Ambos le hacen un enorme favor a la izquierda, que ha probado ser capaz de superar momentáneamente su vocación fragmentaria para armar un frente electoral, y que apuesta sus fichas al fracaso del libre mercado y el crecimiento económico sano. ¿Acaso Fuerza Popular y Peruanos Por el Kambio no comparten el objetivo de ingresar a la OCDE? El secretario general de esa prestigiosa organización planteó un programa de medidas que ambos partidos saludaron y que constituye un verdadero plan de acción política para estos años cruciales en la vida del país. ¿No debería ser una pauta sustantiva y suficiente de convergencia nacional con miras al Bicentenario?

Pero a la platea le fascina el enredo. Nadie se percata de que la política local es víctima de una “encuestología” exacerbada que determina la agenda. Cuatro grandes encuestadoras, en asociación con igual número de diarios, aparecen mensualmente y son objeto de las primeras planas que se cuelgan en los kioscos de innumerables esquinas de todas las ciudades. Editoriales, columnas de opinión y programas de TV analizan las preguntas —casi idénticas— que suscitan respuestas obvias sobre poderes públicos y partidos.

Es urgente que reaccionemos para superar a tiempo los problemas que se dibujan en el horizonte político institucional. Los peruanos tenemos derecho a esperar que nuestro presidente y la lideresa de Fuerza Popular conversen discreta y francamente. Hay demasiadas reformas importantes que demandan consenso y cooperación, aparte de la conflictividad social fomentada por agitadores identificados y las fuerzas de izquierda que se alzan contra la minería y los proyectos de inversión que el Perú necesita.

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