Exilio cubano: Una historia de destierro y de adaptación exitosa

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A lo largo de las últimas seis décadas los cubanos han forjado en Miami un sólido grupo con una enorme influencia política en Washington, y han armado, poco a poco, una comunidad admirada por sus logros y la transformación que han sabido imprimir a la conocida como “ciudad del sol”.

La influencia que ejercen los cubanoestadounidenses, en gran parte bilingües, resulta evidente en la vida política, administrativa y empresarial del país.

Sin embargo, es sobre todo su “éxito y capacidad para influir en la política exterior estadounidense” lo que permite medir a esta comunidad en “términos similares a los judíos estadounidenses”, explicó a Efe el director del Centro para Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Florida, Terry L. McCoy.

Siendo indiscutible el alcance de sus logros económicos, lo más significativo es que un “grupo tan pequeño posea tanto peso e influencia política, especialmente en la relación de Estados Unidos con Cuba”, precisó el académico.

Así, el poder político del exilio cubano y de su “lobby” se extiende hasta Washington, donde cuenta con tres senadores, los republicanos Marco Rubio y Ted Cruz, por Florida y Texas, respectivamente, y el demócrata por Nueva Jersey Bob Menéndez.

Otros cubanoestadounidenses que desempeñan puestos de alta responsabilidad pública son la legisladora Ileana Ros-Lehtinen, expresidenta del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, y los congresistas, también por Florida, Mario Díaz-Balart y Carlos Curbelo, todo ellos republicanos.

“Podemos calificar a este grupo de muy exitoso”, opinó McCoy, convencido de que los cubanos “son cada vez más americanos”, como se comprobó tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, cuando pusieron banderas estadounidenses en sus casas y coches para reafirmar su nueva nacionalidad y apoyo al país que los acogió con beneficios inmigratorios y ayudas que no tienen otras comunidades.

Paradójicamente, agregó McCoy, su vinculación sentimental y afectiva con la isla se mantiene, aunque este colectivo (de unos 1,8 millones de personas, según datos del censo de 2010) esté perfectamente integrado en la vida estadounidense y sea defensor acérrimo de la economía de libre mercado, la democracia y las sociedades abiertas.

Pero, por mucho que se “americanicen”, siguen celebrando “Los Quince” años de sus hijas, adoran la guayabera, la vestimenta que imprime auténtico carácter, la partida de dominó es, para ellos, pasatiempo e icono de su “cubanía” y su comida predilecta continúa siendo el lechón asado con congrí.

Tampoco olvidan a quien sumió a Cuba en lo que califican de tiranía, Fidel Castro, y, al darse cuenta de que sólo su muerte traería un cambio y la entrada de Cuba en una nueva era, han vivido pendientes de cualquier rumor sobre su estado de salud.

“Aún así, a muchos les gustaría un mayor intercambio entre Cuba y EE.UU., facilidades para viajar y hacer negocios”, apuntó McCoy.

De hecho, nuevas organizaciones cubanas como Cuba Now se muestran partidarias de una mayor apertura hacia la isla caribeña, ante la política “fallida” del embargo.

Sin embargo, “el ‘lobby’ cubano tradicional, capaz de generar mucho dinero para sus candidatos”, es contrario a cualquier deshielo en las relaciones bilaterales que suponga el levantamiento del embargo comercial impuesto por EEUU., no al menos hasta que Cuba no lleve a cabo una transición real hacia la democracia, y no una mera sucesión.

En cualquier caso, según McCoy, hoy se constata una “gama más amplia de voces” entre el exilio y la opinión pública estadounidense, que en general se decanta por la “apertura de relaciones” y no percibe a los cubanos como una comunidad especialmente irracional o intransigente.

De esta última valoración discrepa Lisandro Pérez, fundador del Instituto de Investigación Cubano de la Universidad Internacional de Florida (FIU), para quien la sociedad anglo sí percibe en el exilio cubano “una cierta irracionalidad en lo político”.

A su juicio, es una percepción “no injustificada” que anuda “elogio y crítica” al reconocer, por un lado, los logros económicos de los cubanos en EE.UU. y criticar, por otro, las posiciones “erróneas” de “sectores predominantes” del exilio.

Los estadounidenses, por ejemplo, vieron “inaceptable” que la mayoría del exilio cubano se negase a que el balserito Elián González fuese entregado a su padre en la isla en 2000, resaltó.

Desde entonces esa “impresión ampliamente desfavorable ha disminuido mucho” entre la población anglo, según Brian Latell, autor del libro “Después de Fidel: la historia íntima del régimen de Castro y el próximo líder”.

En ese sentido, precisó a Efe que “hay una comprensión de que el exilio cubano ha dejado de ser un bloque monolítico o tan homogéneo” como en el pasado. “Ahora hay muchos y diferentes puntos de vista”, agregó Latell, antiguo analista de la CIA experto en Cuba, que publicó en 2012 su libro “Castro’s Secretes. The CIA and Cuba’s Intelligence Machine”.

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