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Donald Trump ganó las elecciones presidenciales en EE.UU. subido sobre una ola mundial de rechazo a las élites, pero, a juicio del director del Programa de Relaciones Trasatlánticas del Centro Weatherhead de la Universidad de Harvard, el español Manuel Muñiz, lo más preocupante es qué vendrá cuando no consiga resolver los problemas de aquellos que lo votaron.
Este experto en relaciones internacionales y liderazgo global atribuye el caso de Trump y los fenómenos populistas en Europa al impacto de una revolución tecnológica que hace que robots y algoritmos generen bienes y servicios, pero no empleo, perjudicando a amplios sectores de la población. Sin embargo, no cree que el proteccionismo y la reacción antiliberal tengan la solución. En cambio, «van a destruir valor económico», augura.
Muñiz charló con ABC poco antes de impartir una conferencia sobre las causas y consecuencias de la era Trump en la Deusto Business School de Madrid, organizada por el Hispanic Council, un think tank centrado en las relaciones entre España y Estados Unidos. La conversación tuvo lugar en la sede de la Fundación Rafael del Pino, con la que también colabora.
Donald Trump parece que prefiere a Rusia antes que a Europa. ¿Cómo va a afectar su elección como presidente al juego de alianzas geoestratégicas y a las relaciones trasatlánticas?
Es lo que más me preocupa en este momento, el impacto de esta elección en un momento de mucha fragilidad europea y de un calendario en los próximos 12 o 18 meses que es un campo de minas político: un referéndum en Italia que, si tuviera que apostar, diría que Renzi no ganará; elecciones presidenciales en Austria, en las que parece que va a ganar la extrema derecha; elecciones en Francia y en Alemania, en las que la extrema derecha lo va a hacer muy bien… Y en un escenario de crecimiento económico reducido, la gestión del Brexit y su impacto en la fortaleza de las instituciones europeas. Con todos esos frentes abiertos, perdemos el aliado más importante en el proceso de integración europea. Trump es un euroescéptico y no vamos a recibir prácticamente ningún apoyo.
Esto forma parte de una corriente muchísimo mayor, populista, antiliberal y anticosmopolita. Trump llega subido a esa ola, de la mano de euroescépticos y con falta de fe en el proyecto europeo, en un momento que la UE le hacen falta cuantos más aliados, mejor.
«Lo único que tiene que hacer Trump para paralizar la integración europea es levantar el teléfono y decir a cuatro países: «Este tema nos preocupa»»
La única lectura positiva es que la integración europea ha avanzado siempre después de crisis, de la naturaleza que fueren, como sucedió con la decisión del euro. La incógnita es si Trump, al ser otro shock, producirá desintegración o un revulsivo para la integración, si la UE es capaz de vertebrar un discurso común y liderazgo.
¿En qué se traduciría el cambio de rumbo en relación a Europa?
En que EE.UU. no apoyase el proceso de integración en sus distintas fases. Ahora se discute el fortalecimiento de la cooperación en seguridad y defensa y supongamos que varias socios de la Unión deciden generar un cuartel común. Si EE.UU. se opone frontalmente y dice que eso se debería canalizar a través de la OTAN, paraliza el proceso de integración, porque divide a los países europeos, que no son un bloque tan sólido. Lo único que tiene que hacer Donald Trump es levantar el teléfono y decir a cuatro países: «Oye, este tema nos preocupa».
¿Cómo afectará a la OTAN? Trump dice que EE.UU. paga de más y que sus aliados deben aportar la parte que les corresponde.
Que EE.UU. paga de más está clarísimo y se lleva sabiendo muchísimo tiempo. Los europeos nos beneficiamos del paraguas de seguridad americano sin contribuir en la parte que nos corresponde, en cuanto a gasto en seguridad puro y duro, en portaviones, bombarderos o misiles. De hecho, el 70% del gasto de Defensa la OTAN lo aporta EE.UU. y los estados europeos asumieron un gasto mínimo del 2% en Defensa, que cumplen poquísimos. España está en el 0,91%.
«La presión para que los socios de EE.UU. eleven su gasto en Defensa será extremadamente alto»
De forma simplista, EE.UU. es el que más contribuye, pero los europeos hacen muchas otras cosas. Tienen peso diplomático y, por ejemplo, en las sanciones a Rusia, la factura a los miembros de la UE ha sido mucho mayor que a EE.UU. Desde la caída del muro no ha habido un solo presidente americano que no dijera que los europeos tenían que aportar más. La pregunta no es si Trump lo va a hacer o no, sino cómo de intensa va a ser esa solicitud, y parece que con cierta agresividad, diciendo: «Me retiro y os dejo con la espalda descubierta».
Pero Trump no llegará a romper la alianza con los europeos, ¿no?
No, a ese nivel no. Hay una serie de intereses fundamentales, de agenda de valores e intereses estratégicos clave de los que será consciente y la Alianza no se va a ir a ninguna parte, aunque esa distribución de gasto de Defensa la vamos a tener que revisar. La presión será extremadamente alta. Y estas reflexiones son también válidas para otras alianzas de Estados Unidos, en los que también está aumentando la presión, como las de Corea o Japón.
En Asia parece que el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, que había dedicado calificativos poco cariñosos a Obama, ha recibido mejor a Trump…
«Que EE.UU. se retraiga del panorama de seguridad es problemático, sobre todo para sus aliados»
Asia va a ser la gran cuestión de seguridad en el siglo XXI. La preocupación es cómo se va a gestionar la relación entre EE.UU. y China, en la que hay un poder establecido y uno emergente. El tema de Filipinas es un baile que va a empezar en torno a ese eje geopolítico EE.UU.-China. De todas maneras, la pregunta del millón es dónde se va a posicionar India. El que EE.UU. se retraiga del panorama de seguridad internacional es problemático, sobre todo para sus aliados.
Desde el punto de vista comercial, ¿hay que dar por muerto el acuerdo que se estaba fraguando entre EE.UU. y la UE?
Sí, creo que sí. No solo por la parte americana, ese acuerdo también tenía seria resistencia por la europea. El TTIP es una víctima más de esta era antiliberal en la que entramos. El del Pacífico también nace muerto y EE.UU. puede retirarse del Nafta (acuerdo con Canadá y México). Y en el caso de China, Trump quiere denominarlo manipulador de divisa y amenaza con un arancel general del 45% sobre sus importaciones, por lo que nos podemos encontrar con una guerra comercial de un coste estratosférico. Mi intuición es que son tácticas negociadoras, no para desmantelar las relaciones existentes, en el caso de Nafta y China, sino para reconfigurarlas y conseguir un tratado más beneficioso para EE.UU.
¿Qué consecuencias tendrá el proteccionismo económico de EE.UU.?
La analogía histórica más cercana es la de los años 1929-1930, cuando el comercio internacional se redujo a un tercio. El comercio internacional es extremadamente frágil, es muy fácil reducirlo con dos o tres aranceles y atentar contra las reglas de la Organización Mundial de Comercio. Eso tiene efectos directos en el crecimiento económico.
EE.UU. ha elegido a Trump en el momento de mayor prosperidad en la historia de EE.UU… en el agregado. El problema es que el modelo no produce distribución adecuada y mucha gente se queda fuera de esa generación de prosperidad. La pregunta es si Trump, como otros elegidos por esta ola antiliberal, va a ser capaz, con esa reducción de comercio internacional, de beneficiar a aquellos que lo han elegido. Para mí, la respuesta es no, porque va a destruir valor económico. No ha sido un voto sofisticado, la gente en Wisconsin pensaba que en 30 o 40 años no ha visto progresión en su poder adquisitivo y fue a votar al candidato que más gritara y dijera que rompía con el modelo. ¿Que eso vaya a generar prosperidad? No lo creo, va a destruir valor.
A Trump se le tilda de extrema derecha, pero no es muy liberal en lo económico…
«El comercio internacional no es tan importante en la desigualdad, sino la tecnología y su impacto en el mercado laboral»
La paradoja es que uno de los motivos de la erosión de la clase media americana que llevó a la victoria de Trump es la oposición del Partido Republicano a aumentar la presión impositiva a las altas rentas y los tenedores de capital. Los perjudicados han puesto en la Casa Blanca a un señor que defiende más de esa política y lo único que conecta con ellas es el discurso «anti-trade». Les ha convencido de que los acuerdos de libre comercio han sido un desastre para EE.UU. Y el trade no ha sido un desastre, sino un gran generador de prosperidad, pero para demasiado pocos.
En Europa pasa lo mismo, es un modelo de crecimiento insostenible. En Reino Unido votaron salir de la UE el noreste, las comunidades industriales deprimidas, los perdedores del proceso. Las élites liberales del mundo están fracasando en construir sostenibilidad en el modelo de crecimiento. Mi gran preocupación es qué viene después de Trump, de Syriza, Grillo…, cuando no sean capaces de satisfacer las demandas de los que los han elegido, en qué dirección se mueve el péndulo después de estos procesos de populismo y agendas simplistas. El caso más claro es Venezuela.
Usted que vive en EE.UU., ¿ha notado mayor polarización social a pie de calle?
Sí, muchísimo. Lo hemos visto en América Latina, en casos de aumento de la desigualdad y captura del sistema político por unas élites. Eso reconfigura el eje político, que pasa de izquierdas y derechas a uno de populismos anticosmopolitas y antiliberales versus liberal cosmopolitanismo. Y esa división es mucho más radical y mucho más difícil de construir puentes. Eso explica la fractura del Partido Laborista en Reino Unido y del PSOE aquí.
Pero vuelvo al diagnóstico económico. ¿Qué ha producido esa desigualdad? El comercio internacional en los últimos 20 o 30 años no ha jugado un papel tan importante. Es la tecnología y su impacto en el mercado laboral, y cómo se genera y se distribuye riqueza. ¿Cómo la transformación tecnológica está afectando al mercado laboral y la distribución de rentas? ¿Cómo conseguimos que este sistema, generador de valor neto en el agregado, sea sostenible política y económicamente? Y esa pregunta no la responden estos populismos.
De hecho, a Trump parece que le interesa más volver a la minería…
¡Fíjese qué respuesta! Es una respuesta desde el miedo y el enfado, simplista. Las élites liberales del mundo están fracasando en la construcción de una narrativa para decir que el sistema funciona, pero hay que perfeccionarlo. La analogía que ayuda a entender lo que pasa es la transformación del modelo económico a finales del siglo XIX y principios del XX, producida por la tecnología, una revolución industrial; el nacimiento de una clase política, el proletariado, y una convulsión política tremenda -fascismos, comunismos, dos guerras mundiales…- hasta que encontramos un nuevo equilibrio, el Estado del Bienestar.
En nuestro caso, igual: shock tecnológico a la economía, y una nueva clase política, los desempleados, subempleados, trabajadores pobres, los que ven cómo se erosionan sus posibilidades económicas por el impacto de la tecnología. Entonces, la pregunta del millón es cuál es el nuevo equilibrio, qué viene después de la convulsión política, del Brexit, de Trump, de cosas peores que pueden suceder, de conflictos en Europa y otros sitios.
«Las élites del mundo están fracasando en construir una narrativa para decir que el sistema funciona, pero hay que perfeccionarlo»
La construcción de ese equilibrio es complejísima. Hemos automatizado gran parte del empleo, con robots y algoritmos que generan bienes y servicios, pero no empleo. Si la prosperidad se concentra en el capital, ¿cómo hacemos que llegue a los que no lo tienen? Ahí te vas a respuestas como la democratización del capital, que es crear un fondo de capital riesgo público, una política industrial pública que invierta en empresas de innovación y que eso se distribuya a través de rentas básicas o programas de empleo público… Yo me he declarado toda mi vida liberal y esa agenda parece muy de izquierdas, pero a un inglés en 1900 que el Estado tuviera impuesto sobre la renta para pagar educación y sanidad le parecía de bolcheviques, y fue lo que se acordaría para que el modelo fuera sostenible.
¿Cómo afectará la victoria de Trump a las relaciones de EE.UU. con España?
Es difícil de contestar. La relación de seguridad, la presencia de fuerzas americanas en España, no va a cambiar y España va a ser un socio muy importante. Tal vez aumente la presión en cuanto al gasto militar, que es de lo más bajos de la OTAN. Y en el resto de partidas, España es relativamente importante para EE.UU. España es importante si tiene su visión atlántica y la vocación iberoamericana claras. Éramos bastante importantes en el tema cubano hasta que EE.UU. decidió jugar un papel en él. El interlocutor comercial es la Unión Europea, no España, y en seguridad, la OTAN.
Entonces, si Obama tardó en venir, a Trump tampoco lo veremos en un tiempo por España, ¿no?
«España podría ser un interlocutor valioso para EE.UU., pero hace falta una política de mirada larga y una vocación atlántica clara»
Sospecho que no, a no ser una típica extravangancia suya. Es una oportunidad perdida, porque España es el país atlántico por definición. Con su exposición norteafricana, iberoamericana, el anclaje europeo, conexión con la comunidad hispana en EE.UU., España es única. Lo que pasa es que ha bailado en su política exterior: hay veces que estamos entre Francia y Marruecos, y hay veces que nos volcamos en el eje atlántico sin haber generado los consensos políticos para hacerlo, como en la etapa de Azores e Irak. Debería emerger una política sensata de atlantismo y España podría ser un interlocutor valioso para EE.UU., pero para eso nos hace falta una política de mirada larga y varias generaciones de inversión de esas relaciones.
Qué futuro ve ahora al deshielo entre EE.UU. y Cuba?
Trump lo ha criticado durante la campaña, pero no sé si Trump pretenderá revertirlo y volver a la situación pre-Obama, con todas las sanciones y limitaciones. Lo que es evidente es que no avanzará al ritmo al que avanzaría con una Administración de Hillary Clinton y que la normalización de las relaciones irá más lenta. Pero si tuviera que apostar, diría que no la revertirá, porque es una cuestión política, no tan central.
Le veo mucho más revisionista y radical en política económica y comercial. Es consciente de que ha ganado por una ola de descontento por la situación económica, y la cuestión identitaria y de inmigración, aunque esto es más producto del malestar económico que un fenómeno propio. No creo que se vaya a meter en el campo de minas del tema cubano y revertir lo que se ha hecho hasta la fecha. Tiene batallas más urgentes por delante.
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