Los conversos conversan en Miami, por Carlos Alberto Montaner

0
34

[ad_1]

La Feria del Libro de Miami se ha convertido en una actividad muy importante en español e inglés. La cobija el Miami Dade College, una de las universidades norteamericanas que más hispanos educa en el mundo y la mayor de Estados Unidos.

 

De los 165,000 estudiantes que posee, las tres cuartas partes son “latinos”, casi todos escapados o descendientes de los diferentes naufragios latinoamericanos.

 

El MDC también se ocupa del cine por medio del Miami Film Festival, y de la escena y la representación por el Festival Internacional de Teatro Hispano. Es una institución práctica que forma profesionales, pero también que fortalece y rescata diversas expresiones culturales propias de las élites, algo absolutamente necesario en una ciudad bilingüe y bicultural como no hay otra en Estados Unidos.

No es verdad la amarga ironía de que “Miami es la ciudad latinoamericana más cercana a Estados Unidos”. O que se trata de “un sitio en el que se vive en español y se cobra en inglés”. Miami es una forma enriquecida y plural de ser estadounidense. Es tanto el peso del MDC, y ha hecho tanto por integrar a las minorías en el mainstream norteamericano, que el presidente Barack Obama, ya con un pie en el estribo, acaba de otorgarle la Medalla de la Libertad al rector Eduardo Padrón. Lo ha premiado por demostrar que la diversidad y la variedad son perfectamente compatibles con el carácter norteamericano. Magnífico.

 

Este año los amigos de la Feria del Libro de Miami me pidieron que presentara un libro extraordinario. Se titula Diálogo de Conversos (Debate, Penguin Random House), y lo escribieron dos chilenos excepcionales: Roberto Ampuero y Mauricio Rojas. Los dos fueron comunistas en su juventud.

 

Los dos lucharon por aupar a Salvador Allende. Ambos, todavía sin conocerse, tuvieron que huir en 1973 cuando el general Augusto Pinochet encabezó un golpe militar e inauguró una dictadura, hasta que abandonó el poder mediante unas elecciones democráticas y libres en 1990.

 

Roberto Ampuero, de familia acomodada, pero militante de la juventud comunista, primero se exilió en la República Democrática Alemana –que no era una república, y mucho menos democrática–, luego vivió en Cuba durante cinco años, y más tarde, tras el fracaso de su matrimonio con una cubana de la nomenklatura, regresó a la Alemania roja. En 1983 consiguió trasladarse e la Alemania occidental, y allí, en noviembre de 1989, lo sorprendió, como a todos, el derribo del Muro de Berlín. En 1993 regresó a Chile, pero ya era una persona totalmente diferente. Era un verdadero liberal en el sentido europeo de la palabra. Había conocido el socialismo real y le pareció espantoso.

 

Mauricio Rojas fue un joven comunista aún más radical que Ampuero. Su origen era más humilde. Mauricio fue miembro del MIR y llegó a Suecia para restaurar fuerzas y regresar a Chile a luchar por medio de las armas contra Pinochet. Su primera mirada al país que lo acogía estaba cargada de esa superficialidad hostil con que el marxismo-leninismo dota a sus militantes. Hasta que comenzó a quitarse las vendas y se asomó a una sociedad asentada en la libertad, los derechos humanos y la propiedad.

 

Rojas fue a la Universidad de Lund y terminó un doctorado en Historia Económica. Como dicen los españoles: se desasnó. Advirtió que el comunismo era una estafa intelectual que casi siempre conducía al asesinato. Cien millones de personas eran testigos mudos y helados de ese inmenso disparate.

 

Con el tiempo, abandonó totalmente el marxismo-leninismo y se acercó al Partido Liberal sueco. Pudo sumarse a la socialdemocracia, pero le parecían más apropiadas y eficaces las ideas de Mises y de Hayek, de Friedman, de Gary Becker y de tantos otros pensadores de la libertad. Durante seis años fue diputado por el Partido Liberal sueco en el parlamento de ese país.

 

Roberto Ampuero había roto con el marxismo-leninismo y había descubierto el pensamiento liberal ante el impacto miserable del socialismo real.

 

Mauricio Rojas había roto con el marxismo-leninismo y había descubierto el pensamiento liberal tras experimentar las bondades de una de las sociedades más exitosas de la historia.

 

Los caminos eran diferentes e igualmente dolorosos, pero el resultado era el mismo.

 

Una vez en Chile, se conocieron y decidieron conversar. De ahí salió este libro imprescindible: Diálogo de Conversos. Bienaventurados los que tienen el valor de cambiar porque de ellos será el reino de la libertad.

[ad_2]

Fuente