El triunfo de Trump y la hipocresía

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Desde antes de 8 de noviembre, día del impactante triunfo de Donald Trump me sorprendía la vehemencia de los seguidores de Hillary Clinton defendiendo una candidatura que tenía no uno sino muchos tiros en el ala. Hillary Clinton con sus silencios interesados cuando The Oval Office se convirtió en “Nidito” de travesuras de un hipersexual con una libido con repentinos y locos aumentos. Un hipersexual que es su marido, pero además su socio en una empresa aparentemente de “Responsabilidad limitada”; un holding con tenencias, pertenencias y apetencias que bien me hicieron volverme a sorprender de ese relativismo perverso que una vez más acompañaba a cantidad de personas, Medios de Comunicación, encuestadoras y opinadores del mundo entero, que para nada les molestaban las permisivas compresiones, los escándalos de los e-mails enviados a través de la cuenta privada de Hillary Clinton, y que contenían secretos de Estado, la tan productiva Fundación Clinton con esos turbios haceres en Haiti y esas jugosas donaciones extranjeras siempre muy bien recompensadas desde el rol de Secretaria de Estado de la Sra. Hillary. Su imperdonable bien llamada negligencia en la respuesta militar de Estados Unidos en el ataque al consulado de la ciudad de Bengasi donde resultaron muertos 4 ciudadanos norteamericanos, entre ellos el embajador Christopher Stevens acreditado en Libia.

Silencios más que cómplices que contrastan con las vehementes rabietas por los no menos censurables despropósitos verbales del Sr, Trump, pero que hay que tener en cuenta que hasta el momento son meros enunciados de posibles acciones que están por verse… Silencios acomodaticios por esas “ligerezas” del amado Bill en el Despacho Oval, con la tristemente famosa Mónica Lewinsky contrastando con las peroratas moralistas porque Trump metía mano mientras Bill metía otra cosa…

Y todas esas duplicidades las fui observando y aunque constantemente -durante toda la campaña- repetí más de una vez que en los Estados Unidos era necesario que se estudiaran las razones que llevaban a dos candidatos tan cuestionados a una contienda que mostraba preocupantes signos de deterioro social y moral, después del triunfo de Trump y esas “Boquitas” calladas con la reelección de Daniel Ortega, me convencieron de la catadura de sus fans… Catadura que va desde una histérica señora que dijo en un tweet que se iba a acostar más triste que el día que el tropero Hugo Chávez ganó las elecciones, pasando por otros de presumidos políticos y doctos de profesión que me recordaron aquella definición iluminada de Miguel de Unamuno cuando dijo: Un pedante es un estúpido adulterado por el estudio.

Descaro de un hombre como Jorge Bergoglio, ocupando la sacra e influyente silla de San Pedro y presidiendo un Estado minúsculo en territorio pero inmenso en poder de maniobra. Bergoglio, que por cierto no fue de los primeros en felicitar al empresario triunfador y prefirió delegar en Pietro Parolin el cardenal Secretario de Estado esa congratulación protocolar. Bergoglio quién horas después del inesperado triunfo de Trump le declaró al periodista italiano Eugenio Scalfari del diario La Repubblica que “…no juzga a los político, pero que le interesan los sufrimientos que su modo de actuar causa a los pobres y a los excluidos”. Y leo y leo y no logro frenar el impacto de tanta hipocresía de quién apoya la tiranía cubana, es incapaz de cuestionar la riqueza y el poder de Fidel y Raúl Castro y su “bienaventurada” familia y sin rubor -evidentemente con Trump en la mira- agrega: “Lo que queremos es luchar contra las desigualdades, el mayor mal que existe en el mundo, que lo provoca el dinero, que está contra las medidas para equilibrar el bienestar y favorecer la igualdad”.

Trump definitivamente ha sacudido esa cómoda supremacía “progre”, tanto que Bergoglio a la pregunta de Scalfari ¿Si acaso son los comunistas quienes piensan como los cristianos? responde: “Cristo ha hablado de una sociedad en la que decidan los pobres, los débiles y los excluidos. Para obtener igualdad y libertad debemos ayudar al pueblo, a los pobres con fe en Dios o sin ella, y no a los demagogos o a los barrabás”… O sea, bajo su prisma no son ni demagogos ni barrabases los tiranos Castro, Hugo Chávez, Lula Da Silva, Daniel Ortega y otros del mismo combo, porque a todos o los defiende o no se da por aludido de sus crímenes. Para él y para esos hipócritas “bien pensantes” Donald Trump es el símbolo del mal absoluto y definitivamente es un peligro para sus planes…

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@eleonorabruzual

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