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Publicado en: Opinión
Las deplorables condiciones materiales, intelectuales y espirituales que ha generado el régimen chavista ha producido desde unos años para acá el fenómeno de inmigración masiva de venezolanos. La inseguridad y la inexistente posibilidad de realización individual son los elementos de mayor peso que han empujado a un sin número de venezolanos a buscar oportunidades en otras tierras, una de esas: Panamá.
En los últimos días se ha promovido una campaña descalificadora y muy ofensiva contra los venezolanos en Panamá. Quienes la promueven afirman que los venezolanos en Panamá les quitan sus fuentes de empleo, utilizando epítetos soeces contra nuestros connacionales tales como: «Los venezolanos dan asco» y refiriéndose a nuestro país de la manera más despreciable.
Los venezolanos en Panamá llevaron talento, llevaron modestos capitales porque veían una pujante oportunidad para emprender de manera honrada pequeños negocios que les permitiera insertarse decentemente en esa sociedad; al punto —irónicamente— de generar fuentes de empleo para los propios panameños.
Los venezolanos en Panamá, y en cualquier parte del mundo, en su gran mayoría son la inmigración más selecta y calificada que los países receptores hayan tenido o puedan tener —para tristeza de Venezuela— donde se destacan docentes universitarios, médicos, ingenieros, economistas, abogados y un sinfín de carreras y oficios técnicos especializados como el perfil de este flujo de inmigrantes.
Lo que está ocurriendo contra los venezolanos en Panamá es un acto de bajeza e hipocresía que refleja una doble moral de quienes la auspician —que estamos seguros que es un minúsculo grupo de panameños que no representa la totalidad del sentir de ese pueblo—.
Lo arriba descrito no es un juicio desmesurado, pues el argumento reposa en la época en la que estaba el auge cambiario de CADIVI, entre el 2007 y el 2011, donde nos recibían de beneplácito, éramos bienvenidos, representábamos una entrada importante de divisas gracias a las comisiones del 15% y 20% por cambiar en efectivo los cupos electrónicos y viajeros, motorizando de esta manera la industria hotelera y el comercio gracias dichas operaciones en ese país.
Esta infame acción que humilla a los venezolanos en Panamá es inaceptable, sobre todo por las circunstancias políticas que vive Venezuela, ya que, muchos de los que descalifican a nuestros connacionales vivieron las mieles del cadivismo lucrándose en inmensas proporciones.
Estos hechos confirman una vez más los blandengues pilares sobre los que se sustenta la vilipendiada frase «somos pueblos hermanos». Tal hermandad es una falacia, y esto es así en virtud de que las naciones —y Venezuela no tiene que ser la excepción— reposan sobre intereses que involucran directa o indirectamente la prosperidad exclusivamente de sus compatriotas. En consecuencia, tarde o temprano las diferencias aflorarán olvidando la ayuda o beneficio que en otro tiempo obtuvieron de otra nación; tal es el caso con Panamá.
Del mismo modo ratifican que en los momentos más oscuros que atraviesa la nación, no podemos atenernos al consuelo emocional que terceros acudirán a nuestro auxilio de manera noble y desinteresada, ni organizaciones supranacionales, expresidentes ni ningún país. Somos nosotros los venezolanos los responsables de nuestro destino individual y nacional, y a esto tenemos que responder con temple, esfuerzo y mucho trabajo creador.
A los venezolanos en Panamá o en cualquier parte del mundo les decimos: No decaigan jamás, eleven su disposición a la adversidad y sean siempre ejemplo de virtud y buen comportamiento; pero, si esas humillaciones arrecian por parte de aquellos que se burlan de nuestra desgracia, recuerden algo: aquí los esperamos para que juntos luchemos por la reconstrucción de nuestra nación y seamos los artífices de una Venezuela de grandeza que le heredaremos a mil generaciones de venezolanos, y demostremos como en nuestro glorioso pasado lo hicimos, lo que juntos somos capaces de hacer.
VENEZUELA QUIERE ORDEN
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