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Esta semana nació el gobierno más débil de la segunda restauración borbónica. A pesar de ello, todo el mundo sabe que su función principal va a ser meter la tijera y aumentar el dolor sobre el conjunto de la sociedad a cuenta de la inmensa minoría más rica.
Las caras nuevas y viejas del reciente gabinete representan más de lo mismo. El discurso de investidura del día 5 de noviembre en el que Mariano Rajoy alertaba de que no se movería un centímetro de lo que mandara Bruselas, se ha hecho realidad.
Su programa de profundización de la desigualdad social, de salarios de hambre, de recortes en lo más básico debía estar liderado por gente acorde al mismo y Mariano no ha defraudado las expectativas.
Un somero repaso sitúa sobre la catadura de aquellos y aquellas que manejarán los dineros de nuestros impuestos: el nuevo ministro de Energía, Turismo y Agenda digital, Álvaro Nadal, abrió cuenta en Twitter el mismo día que juró el cargo; es hermano de Alberto Nadal, ex vicesecretario de la CEOE, hombre de las eléctricas, contrario a las renovables y defensor del fracking.
La ministra de Sanidad, Dolors Montserrat, fue presidenta de la Junta de Jóvenes Cofrades del Cava y es copropietaria, junto con su madre, de una empresa que debe 2 millones de euros a Hacienda. Por su parte, el ministro de Fomento, Iñigo de la Serna, alcalde de Santander, tiene recurrido el Plan Urbanístico de esta ciudad por transformar en urbanizable suelo protegido de la costa.
María Dolores de Cospedal, ministra de Defensa, se hizo famosa por el despido de Bárcenas en diferido y el borrado de los discos duros en la sede de Génova; además tiene al marido, Ignacio López del Hierro, investigado por la Gürtel y por su labor en el Liberbank. Y para acabar el repaso, José Ignacio Zoido, ministro de Interior: conservador, católico y reconocido misógino.
Los rostros que repiten como el de Guindos, amigo de Soria y exjefe del Leman Brothers para Europa, Montoro, con su empresa de asesoría, Méndez de Vigo y su hermana jefa en el CNI, o Soraya Sáenz de Santamaría no merecen más comentarios.
Lo único que podemos esperar de este ejecutivo son nuevas medidas para salvar a caciques, ricos y corruptos, y ataques para la mayoría de la población. Los primeros tijeretazos llegarán tan pronto como se pongan, siguiendo las instrucciones de Bruselas, a rehacer el presupuesto para el año próximo.
Frenar las medidas que se avecinan y forzar, cuanto menos, que su aplicación no signifique mayores pérdidas de derechos o servicios obliga a empezar a preparar la movilización y la resistencia.
Las huelgas y manifestaciones de estas últimas semanas muestran que hay margen para, desde los sindicatos, el tejido asociativo, las Mareas y el espacio que han abierto los propios ayuntamientos del cambio, levantar una verdadera oposición ante un gobierno que constituye desde ya una permanente y grave amenaza. Pronto hablarán los ricos por boca de Rajoy; la calle deberá hacerlo también pronto por todas y todos nosotros.
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