¿Son diferentes?

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Viendo los acontecimientos que suceden en este país y en otros como Colombia, EE.UU. y Suecia, siento que algo muy serio y desproporcionado está pasando en mi y, obviamente, en el planeta. Lo peor es que mi capacidad de asombro sigue intacta y sensible ante los acontecimientos del mundo que rodea a Venezuela, pero aquí, en mi terruño querido, nada me asombra, me tomo las cosas con cierta angustia que no guarda proporción con los sucesos y, finalmente, paso la página al próximo terrible acontecimiento local y sigo esperando, con la esperanza –perdónenme la redundancia– de la solución al enredo nacional.

Yo pongo mi granito de arena: trabajo y como todo lo que puedo, tomo las medicinas que encuentro, no respondo a las agresiones de nadie, escribo cuando siento que tengo algo que decir, leo y veo noticias cuando las difunden, trato de no oír chismes y no comparo este país con ningún otro. Pero no puedo menos que asombrarme de como tolero las cosas que nos suceden en Venezuela, aunque me duelan o molesten, y la incredulidad que me producen los sucesos en otros países. Lo de aquí me lo tomo a veces a la ligera, aun a sabiendas del drama que conlleva el suceso. Cuando lo veo muy serio, me digo que ya se resolverá. Que aquí nunca pasa nada.

Lo de afuera me lo tomo más a pecho.

Trump, de ganar la presidencia, con ese ego tan deslindado es un peligro para la paz y decencia del “American Way of Life”, la dinámica interna de ese país puede terminar en una entropía tan desordenada como explosiva.

Hillary es peligro de otro tipo. Sabe demasiado, tiene demasiada experiencia y confía mucho en eso, cuando la realidad es que nos encontramos inmersos en un mundo cambiante de nuevas experiencias cada minuto y de nuevos e incomprensibles valores en casi cada situación. Los imponderables son la regla, los imprevistos son seguros. Yo creo que sí podrá con el cargo, pero el costo personal va a ser muy grande. Su vida lleva ya un gasto emocional mucho más intenso y fuerte que el de cualquier otra persona y, gústenos o no, los eventos maltratan, desgastan y cobran un precio a las personas. En estas elecciones Hillary ha sido muy maltratada, ha prevalecido su reciedumbre, pero gane o pierda lo que le espera es muy fuerte.

Suecia, siempre sorprende, este año más que de costumbre. Santos en el premio de la paz y Dylan en el de la literatura. La ficción se llevó el Nobel. La metáfora en su mejor forma. El intento y la crítica. Ambos atraen, ninguno resuelve. Dylan me encanta.

Mientras eso sucede, en Venezuela tenemos un nuevo cardenal, un papa negro, al menos dos jesuitas más y unos cuantos obispos diciendo verdades como templos, mientras, algunos diputados insultan y agreden a otros, el Presidente también insulta, denigra, humilla y soslaya a personas e instituciones y las otras instituciones no acatan la Constitución. No se atiende al clamor del pueblo. No se permiten noticias.

En Nueva York, enjuician por tráfico de drogas a los sobrinos de la primera dama y salpican a un gentío.

Aumentan los presos políticos y los forjamientos de delitos para entrampar y condenar a inocentes incómodos. Pronto serán los adolescentes quienes volverán a la carga contra lo establecido que les ahoga y les limita, como siempre lo han hecho y lo harán, hasta el fin de los tiempos.

Ese es el panorama, pero: ¿Porqué me preocupan los EE.UU., Suecia y Colombia, si aquí tenemos más que drama, una tragedia continuada, cuyo final presentimos y no nos atrevemos ni a pensar?

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