Pedro Eustache, un flautista venezolano que triunfa en Hollywood

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Si usted escucha con detenimiento la música de los últimos estrenos cinematográficos y observa los créditos, posiblemente se dará cuenta de que varias de estas notas son interpretadas por un venezolano. Se trata de Pedro Eustache, músico instrumentista con una vastísima experiencia en materia de sonidos de viento.

Es un hombre de voz suave y dulce que nació en Caracas, exactamente el 18 de agosto de 1959, y que entró en contacto con la música a la tierna edad de nueve años gracias a uno de sus hermanos mayores, y cuya formación se debe, en gran parte, al Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela fundado por José Antonio Abreu.

Dejó Venezuela hace más de tres décadas para formarse en Francia y en Suiza, para después conseguir una beca en el Instituto de Artes de California, donde más tarde obtendría una maestría en el género jazz. Su lista de maestros es inmensa, con personalidades como James Newton, Ravi Shankar, Hariprasad Chauradia o Djivan Gasparian entre las más famosas.

Se describe como un “seguidor de Cristo”, sin etiquetas sobre ninguna religión. A Dios le debe todo, y le invoca con frecuencia durante la entrevista, ya sea antes de comenzar para pedirle iluminación, cuando habla de los proyectos más significativos de su carrera, sobre su vida en Venezuela o cuando recuerda las veces que encontró consuelo en Dios ante el dolor.

En los últimos meses se han estrenado varias películas en las que Eustache ha participado como intérprete principal de instrumentos de viento del mundo. Éxitos como Bob Esponja: al rescate (Tim Hill), 5 sangres (Spike Lee), Noticias del mundo (Paul Greengrass), Un príncipe en Nueva York 2 (Craig Brewer), Raya y el último dragón (Carlos Estrada, Don Hall) o Una noche en Miami (Regina King) consiguen en la música de Pedro un punto en común.

–De todas las películas en las que has participado como intérprete de instrumentos de viento del mundo, ¿tienes alguna favorita?
–Para mí, cada película en la que trabajo es espectacular. Y no lo digo por ser cursi o para quedar bien con todas, sino que lo lindo de mi trabajo es un reto. Cada producción es diferente y retadora. A cada una llevo una experiencia previa que Dios me ha permitido desarrollar con disciplina, pero nunca sé lo que me voy a encontrar.

–¿Cuáles son los retos más extraordinarios que has encontrado?
–En Raya y el último dragón, por ejemplo, toqué unos 50 instrumentos de viento orientales para la música que compuso James Newton Howard. Una de ellas es una flauta originaria de Mongolia llamada shuur o xuur, que se toca con una técnica interdental (con una boquilla especial que se coloca entre los dientes) y en la que uno debe cantar para conseguir sonido. Decidí buscar referencias del sonido que querían los compositores y, gracias a boquillas interdentales que he fabricado yo mismo con la ayuda de doctores en materia de acústica, fui capaz de adaptar estas boquillas a mi flauta transversa para tener acceso a un rango amplio de notas, con el sonido de las flautas tradicionales del mundo. Esa es parte de la loquera santa que Dios me ha concedido.

–¿Trabajas actualmente en la banda sonora de alguna película?
–Dado que firmé un acuerdo de confidencialidad, no puedo dar ningún detalle sobre mis proyectos en curso. Solo puedo decir que actualmente trabajo en dos películas que son para la historia, y una de ellas es un clásico.

Pedro introdujo un tambor culo e puya en la música de la infame estampida donde muere Mufasa, en la película El Rey León | Cortesía Andrés Jiménes Gonzales
Así suena Hollywood
Pero la música de Pedro Eustache no solo se escucha en éxitos recientes de taquilla. Sus instrumentos de viento se escuchan en sagas como Kung Fu Panda, El planeta de los Simios o Piratas del Caribe. También interpreta la emotiva música de La pasión de Cristo, película que recuerda con especial cariño.

Llegar a ser el solista principal en la música que compuso John Debney para La pasión de Cristo fue un golpe de suerte. Jim Caviezel, quien interpreta a Jesús de Nazaret en la película dirigida por Mel Gibson, se acercó a la iglesia donde Pedro acude, en búsqueda de apoyo institucional para promoverla. “¡Cómo me hubiese gustado interpretar mis instrumentos en esa película!”, pensó Pedro cuando se enteró de su existencia.

Dos semanas después, Eustache recibió una llamada de la asistente de Debney. Resultó ser que al mismísimo Gibson no le había gustado la música de la película, así que decidió buscar a otro compositor y este, a su vez, decidió llamar a Pedro.

En la película, Pedro interpreta una flauta larga, hecha con un tallo proveniente de un bosque de bambú de Kauai (una de las islas que conforman Hawaii), y que cosechó en compañía de su esposa Sara.

Otro de los instrumentos que interpreta Pedro es un saxofón creado con el cacho de una especie de antílope llamado Oryx, al que Eustache se refiere jocosamente como “el cachofón”. Ese instrumento es el que identifica a los fariseos en La pasión de Cristo, mientras que la flauta de bambú hawaiano puede escucharse en el pasaje en el que Jesús reza en el huerto, momentos antes de ser entregado.

“Las cosas que hace Dios”, afirma Pedro al referirse a este curioso pero memorable capítulo de su vida. “Creía yo que estaba preparando instrumentos para honrar las culturas musicales con las que Dios me había bendecido. Poco sabía yo que Él me había inspirado a hacer instrumentos únicos, para que esa banda sonora sonara como nunca antes”, explica convencido.

Pedro Eustache durante un concierto en el Shrine Auditorium de Los Angeles, durante la gira del espectáculo Hans Zimmer Live en 2017 | Cortesía Andrés Jiménes Gonzales
El hombre de los 600 instrumentos
Pedro Eustache no sabe cuántos instrumentos posee. En las diversas entrevistas que sobre él se consiguen en internet, se afirma que su colección se acerca a los 600 ejemplares distintos de flautas. Pero él mismo explica que ese número es incierto. “Pueden ser menos, o podrían ser hasta más”, explica con humildad.

–¿Tienes algún instrumento favorito?
–Todos. Ahorita estoy metido en la música de vientos electrónica. Recientemente me llegó un sintetizador que me permitirá meterme de lleno en esta experimentación, y he mandado a buscar flautas chinas especiales para eso, porque siempre hay cosas nuevas por hacer. He construido cerca de 100 instrumentos y cada uno de ellos es perfectible. Son únicos, preciosos e irrepetibles. Gracias a ellos llegué a la conclusión de que, de la misma manera en que somos hechura de Dios, cada uno de nosotros es único, precioso e irremplazable, y en las manos de Dios cada uno puede producir sonidos que nadie en el mundo puede producir. Eso es extraordinario.

El contacto constante con celebridades no lo ha hecho pedante, tampoco es un hombre inalcanzable. Accede a ser entrevistado por Zoom y se deja ver su abundante cabellera de cabellos encrespados color negro y plata. Su backing es un biombo sencillo de color gris, sin ninguna extravagancia que pueda distraer al interlocutor de todas las historias que Pedro ha acumulado a lo largo de los años.

Por años, fue el solista principal de instrumentos de viento del compositor Yanni. Tres años antes de conocerlo, estuvo a punto de dejar la música para vender automóviles en Estados Unidos.

De la misma manera en que somos hechura de Dios, cada uno de nosotros es único, precioso e irremplazable, y en las manos de Dios cada uno puede producir sonidos que nadie en el mundo puede producir. Eso es extraordinario

Pedro Eustache, músico intérprete de instrumentos de viento del mundo
–¿Cómo conociste a Yanni?
–Daniel Reyes, uno de mis grandes amigos, me llamó desde Hong Kong para decirme que Yanni estaba buscando flautistas. –Pedro recuerda que su audición duró menos de 30 segundos–. Yanni es sumamente perceptivo. Vio en mí algo que nadie en la industria había visto, en todo el tiempo que llevaba viviendo en Los Ángeles. Trabajé con él desde 1995 hasta 2006.

–¿Y a Hans Zimmer?
–De una manera muy curiosa, y hasta rara. Gracias al espectáculo Tribute que hice con Yanni, con el que presentamos conciertos en lugares como el Taj Mahal (India) y La Ciudad Prohibida (China), mi nombre comenzó a correr. Eso me cambió la vida. Así fue como mi nombre llegó a los oídos de Hans Zimmer, quien me pidió interpretar la flauta de pan para un proyecto, pero yo me negué. Le dije: “Toco otros 500 instrumentos, pero ese no”. La manera en que lo conocí fue diciéndole que no, porque yo sé cuáles son mis limitaciones y no quería que la primera impresión que él tuviera de mí fuera una mala.

–¿Y después?
–Después de un tiempo me llamó para interpretar la flauta china, aunque el primer proyecto grande en el que estuve con él fue la tercera entrega de Piratas del Caribe. Actualmente participo en dos proyectos de él: The world of Hans Zimmer y Hans Zimmer Live.

–¿Qué ha sido lo mejor de trabajar con un compositor como Hans Zimmer?
–Dios me permite poder trabajar con gente que es excepcionalmente genial. Recientemente participé en otro proyecto con él, y los niveles de creatividad a los que me llevó son cosas que nunca pensé que yo podría llegar a hacer. Me hace construir instrumentos que no existen, porque su visión y nivel de exigencia así lo requieren. Cada reto con él es un rompecabezas que tengo que resolver, donde ejerzo la creatividad y la creatividad viene de Dios.

En todo momento, Pedro se encarga de dejar en alto el nombre de Venezuela. Hans Zimmer lo presenta con frecuencia como venezolano, describiéndolo a él y a su gentilicio de forma sumamente emotiva. Se debe a Venezuela, el país donde encontró la fe, donde comenzó a estudiar música a los nueve años.

–De todos estos momentos, ¿cuáles has sentido que cambiaron tu vida por completo?
–Mi maestro y ángel, James Newton, genio compositor, fue quien me consiguió una beca en el Instituto de Artes de California. Haber entrado a El Sistema, haber conocido a Yanni también dividieron mi vida en un antes y un después.

Conocer a Ravi Shankar me cambió la vida, del mismo modo que haber participado en el Concert for George, un concierto realizado a un año de la muerte de George Harrison. Aunque el antes y el después más importante lo viví a los nueve años, cuando recibí a Cristo en mi corazón. La presencia de Dios en mi vida se hizo sentir cuando nos consoló a mi esposa y a mí por la pérdida de nuestra hija. La realidad del poder de Dios nos rescató de ese duelo.

Fuente: EL Pitazo