Establecido en 2019, Familias Solidarias dignifica la vida de migrantes en riesgo de exclusión social, 90% de los cuales son venezolanos. “Sabemos que no podemos cambiar el mundo, pero sí podemos cambiar a una, a dos o a 1.500 personas. La voluntad puede con todo”, manifiesta Jorly Suárez, una de las representantes de la ONG
Yusmary Meseguer Piña se paseaba las calles de Barcelona (España) con la mente en otra parte. Los aires cosmopolitas de la ciudad catalana carecían del encanto de su Catia La Mar natal. Recordó a su abuelo, quien recorría esas mismas calles casi 60 años atrás, despidiéndose de ellas con pena y preguntándose si alguna vez volvería a pisarlas. Como siempre, ese triste pensamiento abrió paso a las preocupaciones familiares del día a día: si su hija llegaría a perdonarla por haberla sacado de su amada Venezuela, que si poco a poco se iría acostumbrando a su nuevo hogar, o tal vez si los españoles en su alrededor llegarían a aceptarla.
Aunque nació y se crió en Venezuela, la casa de Yusmary y la de sus abuelos estaban repletas de símbolos españoles. Entre los cantes andaluces, los colores vivos y los lunares (que eran los favoritos de su abuela), Yusmary aprendió a bailar sevillanas. Los dos le enseñaban a cocinar y degustar la dieta mediterránea: el salmorejo, la sopa de picadillo y el potaje de bacalao siendo de los platos que más les gustaban.
Pero, al mudarse a España, Yusmary cuenta que su experiencia migratoria no fue parecida a la que vivieron sus abuelos. Explica que llegar a Barcelona fue terrible. “Cuando llegas aquí y piensas que vas a ser recibido como recibieron a tu familia, hay un choque. Si bien Venezuela fue un país donde se acogía a todos, hoy me doy cuenta de que fue ese nuestro error: abrirle las puertas a tanta gente que hoy nos da la espalda”, dice.
Aunque reconoce a los españoles que se sienten agradecidos, Yusmary confiesa que hay quien dice que los venezolanos son un estorbo.
Viajar a Andalucía en el sur, sin embargo, fue una bocanada de aire fresco. “Cuando me instalé allí mis vecinos me tocaron la puerta y me dijeron que si necesitara cualquier cosa podría contar con ellos. Se preocuparon por mí y me hicieron comida caliente. Todavía siento ese calor. El calor de esa gente, que en aquel entonces eran desconocidos y que ahora son mi familia, hace que ya no me sienta extranjera”, agrega.
Desde entonces, Yusmary se ha quedado en Granada, donde se ofrece como voluntaria en la asociación andaluza Familias Solidarias, una ONG que apoya a migrantes que llegan a España.
Fuente: El Nacional