Para Deyna Castellanos, el fútbol es la felicidad

0
155

Fue justo después de Año Nuevo, el 2 de enero de 2020, cuando el Atlético de Madrid anunció el fichaje de la internacional venezolana Deyna Castellanos. Los dos principales diarios deportivos de España no se guardaron nada: «¡Bombazo!» – bomba- exclamó AS. «Uno de los fichajes más importantes de los últimos tiempos», declaró MARCA.

Ocho días después, bajo el sol mortecino de una tarde fría en la capital española, el Atlético recibía en su campo al Sporting de Huelva. En las gradas había banderas tricolores amarillas, azules y rojas, y los aficionados, con acento venezolano, gritaban «Deyna, Deyna» cuando se preparaba para entrar en el campo.

Por aquel entonces, el Atlético era el tricampeón de España, con una plantilla experimentada y llena de jugadoras internacionales en su mejor momento. Ludmila da Silva, Kylie Strom, Aïssatou Tounkara, Charlyn Corral y Sari van Veenendaal formaban parte del once inicial, pero todo el mundo esperaba a la sustituta que entró en el minuto 65. Deyna Castellanos, que entonces sólo tenía 20 años y aún no había debutado como profesional, fue recibida como una estrella.

Y, sin embargo, apenas pareció darse cuenta del recibimiento. Tenía un aspecto serio en su entrada, ni siquiera un atisbo de sonrisa. Esto no pasó desapercibido en la cobertura televisiva; un comentarista observó que éste era el gran momento que debía disfrutar, especialmente a su edad. Pero éste nunca iba a ser el debut anodino de una futbolista corriente, y Castellanos era muy consciente de ello. Las grandes expectativas ya formaban parte de su vida.

Una vida en el punto de mira
En conversación con The Equalizer desde su casa en Madrid, Castellanos no rehúye ningún tema. Se la ve a gusto, como una profesional experimentada con años de experiencia ya a sus espaldas, y se muestra segura de sus palabras.

«He aprendido que toda mi vida va a ser así», es su respuesta, tranquila y reflexiva, cuando se le pregunta por su gran impacto en el fútbol femenino y más allá.

Fuente: The Equalizer