¿Por qué México no reacciona?

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¿Por qué México no reacciona?


Excelsior
Ciudad de México, 29 de noviembre de 2016
Por Leo Zuckermann

“”Una de las maravillas de la Feria Internacional del Libro de esta ciudad es que aquí se reúnen, en un breve espacio de tiempo, las mentes más brillantes del mundo de habla hispana y uno que otro de lengua extranjera. He tenido oportunidad de platicar con algunos de ellos y todos coinciden en dos cosas: la elección de Donald Trump como Presidente de Estados Unidos es muy preocupante y el gobierno de Peña no lo está entendiendo.

A los mexicanos con quienes he hablado no les sorprende el pasmo del gobierno mexicano: ha sido el sello de la casa cuando ha tenido que enfrentar situaciones críticas. Los extranjeros, en cambio, se extrañan de la nula o tímida reacción de Peña: “¿qué está esperando el Presidente mexicano?”, nos preguntan.

Pues sí: ¿qué está esperando? ¿O por qué repite que lo de Trump es una oportunidad? ¿Una oportunidad de qué? Por Dios santo, ya es hora de asumir que viene lo peor para México. Y es que, entrando a la Casa Blanca, Trump deberá tener quick wins, triunfos rápidos que le permitan demostrarle a su electorado que está cumpliendo desde el día uno de su mandato.

Durante su campaña, el magnate hizo muchas promesas relacionadas con otros países: China, Japón, los miembros de OTAN, etcétera. Sería una tontería —y él lo sabe— lanzarse a enfrentar a todos ellos al mismo tiempo. Deberá escoger por dónde empezar. Intuyo que lo hará con el país más débil de los citados. ¿Quién es el candidato ideal para serlo? Efectivamente: México (también posiblemente Cuba ahora que murió Castro y por eso ya está amenazando, desde ahora, que romperá el acuerdo que Obama firmó con la isla).

Guardando todas las proporciones, México podría ser la Polonia de esta nueva historia. Cuando Hitler se lanzó a conquistar Europa con su idea de supremacía aria, decidió hacerlo con la nación más débil de las que pensaba invadir. La División Panzer no tuvo problema para aplastar a la caballería decimonónica del ejército polaco. En pocos días, los alemanes se quedaron con la mitad de Polonia (la otra la cedieron a la Unión Soviética). El triunfo rápido de Hitler le dio una enorme popularidad dentro de Alemania y legitimidad para seguir adelante con su agenda expansionista.

Insisto, guardando proporciones históricas, Trump podría hacer lo mismo con México. Lanzar, de inmediato, sus tres iniciativas relacionadas con nuestro país: la renegociación (quizá derogación) del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), la deportación masiva de inmigrantes indocumentados y la construcción de un muro fronterizo. Son acciones relativamente sencillas para un país tan poderoso como Estados Unidos frente a una nación con menos poder como México.

Frente a esta realidad, el gobierno mexicano tiene dos opciones: tratar de apaciguar al nuevo Presidente estadunidense o endurecer su postura. Peña ha optado por lo primero. Piensa —o por lo menos así dice— que lo de Trump es una oportunidad para México. Cree que lo va a poder convencer de que nos trate bien porque eso le conviene a las dos naciones. Tendría razón si estuviésemos frente a un gobernante tradicional y racional. Pero Trump no es así. Es un populista demagogo que tiene que entregarle resultados rápidos a un electorado enojado.

Eso nos deja con la otra opción: el endurecimiento. Hay que mandar el mensaje, desde ya, de que México será implacable en su defensa del TLCAN y de los mexicanos que viven en Estados Unidos, tanto los ciudadanos como los indocumentados. Con tipos como Trump no funciona la timidez y pusilanimidad. A un macho alfa hay que sacarle los colmillos. Es el lenguaje que entienden. Los polacos no lo comprendieron y, por eso, los alemanes les pasaron encima sin despeinarse. Los franceses tampoco y, por eso, Hitler no tuvo problema para pasearse sonriendo por París. El único que lo entendió fue Churchill, después del fracaso del apaciguamiento de Chamberlain, y ahí el tirano germano se topó con el primer escollo de su delirante proyecto supremacista.

Sigo pensando que el gobierno mexicano tiene que asumir que viene lo peor. Si efectivamente ocurre lo peor, vamos a estar preparados para enfrentarlo. Si no, pues será una agradable sorpresa. Lo que no se vale es basar nuestro futuro en ilusiones (wishful thinking, en inglés). Por lo pronto, aquí en Guadalajara, los extranjeros ilustrados siguen preguntándonos por qué el gobierno mexicano no reacciona. Y nosotros nos cuestionamos lo mismo”.

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