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- Parte de los avances en política social se deben a tendencias conservadoras
En profundidad
En 1920, cuando reinaba en Rusia un auténtico caos, derivado de la guerra civil que siguió al golpe bolchevique de 1917, completado con las medidas socializadoras que el triunfo sobre los mencheviques exigía, Lenin se iba a ver obligado a poner en marcha una rectificación. La vuelta al mercado que así se produjo recibió el nombre de NEP (Nueva Política Económica), y para justificar ese cambio publicó, como preludio, una obra titulada El izquierdismo, enfermedad infantil del socialismo y del comunismo.
Dejemos a un lado lo que después sucedió, porque eso se publicó en 1920 y, tres años después, falleció Lenin, y la polémica sobre senderos alternativos iba pronto a surgir con Stalin y Trotsky, pero hay que señalar la existencia dentro del socialismo de tendencias crecientes dispares, muchas de ellas muy radicales de izquierdas. Basta citar el caso de Rosa Luxemburgo y su actitud polémica frente al revisionismo de Bernstein en su obra Sozialreform oder Revolution publicada en 1900.
Esta polémica entre líneas izquierdistas y otras menos violentas del socialismo, se convirtió en algo comprobable por doquier, y que, naturalmente, también se completó en España. Aquí ya existía esa realidad que (lo ha señalado recientemente Rafael Riesgo Balbas en Economía, filosofía y marxismo en España (1868-1919), Trea, 2016) motiva que Mesa escriba que «aquí (en España) las teorías de Proudhon fueron moneda corriente no solo entre los burgueses mal llamados socialistas, como los republicanos federales», a los que hay que desenmascarar, porque esos «pseudosicialistas» utilizan su arsenal de frases «con que adormecen a los obreros».
Y esa dualidad era perceptible de modo continuo en el propio partido socialista. Si hay que hablar del espartaquismo en Alemania, ¿cómo no señalar el largocaballerismo en España? Basta recordar que, en Madrid, el PSOE llegó a editar dos periódicos hipercríticos entre sí: El Socialista y Claridad.
Y cuando llega al poder, tras el 14 de abril de 1931, su objetivo es liquidar el peso que entonces existía, a su izquierda y con mucha fuerza, en el anarcosindicalismo, lo cual constituye la base de buena parte de la acción política de Largo Caballero como ministro de Hacienda. No importaba crear realidades como la derivada de la famosa Ley de Términos Municipales, desarrollada en el Decreto de 28 de abril de 1931, la cual, combinada con la importación de trigo argentino por parte de Marcelino Domingo (proceso unido al cumplimiento del lema El pan barato) hundió hasta la Guerra Civil la economía del interior campesino de España.
Lo dicho es un simple ejemplo histórico muy general de un fenómeno que hay que calificar como sistemático y, si se quiere, en la línea expuesta en el documento citado de Lenin, y no solo respecto a otras organizaciones derivadas, ya de Marx, ya de Bakunin. Para observar la dureza de ese izquierdismo obrero frente al socialismo en España, basta repasar las campañas de Federico Urales, o consultar la colección de la Revista Blanca. Cuando las reviso me da la impresión de que es lo que ahora sucede desde Podemos y los argumentos de Pablo Iglesias en sus intervenciones televisivas.
Por todo eso, si se quiere hablar en la línea defendida en el citado texto de Lenin, en el PSOE siempre existió un debate entre, por un lado, la línea izquierdista, que no sé si por influencia de Jean Robinson, asumió planteamientos que vinculaban la herencia de Marx con un nuevo argumento derivado de Keynes el cual, por cierto, en 1939 elogiaba la política económica expansiva de Hitler. Pero dentro también del PSOE existió otro grupo, derivado de un grupo de economistas que seguramente habían leído las aportaciones hechas por un grupo de jóvenes profesores de la Universidad Complutense, encabezados por Fuentes Quintana, que mostraban que ese camino llevaba directo a una crisis, incluso a una catástrofe.
A la línea proclive a la alianza con tesis keynesianas se apuntó Felipe González, cuando rompió, en 1982, el Acuerdo Nacional de Empleo, mientras se lanzaba a imitar la política de Mitterrand en Francia, ésa que seguía tal orientación, y se abandonaría cuando el primer ministro francés se presentó ante Mitterrand, a la sazón presidente de la República, y le sintetizó la realidad económica lograda así: «¡Es el Beresina!», esto es, el río donde las fuerzas rusas eliminaron al ejército de Napoleón en retirada, tras lo sucedido en Moscú.
En España, el caos que originó esa línea socialista fue el que tuvo que ser modificado por Boyer, quien había leído y comprendido las tesis de Fuentes Quintana.
En ese error y caos derivado, que el propio Keynes condenaba, y señaló así en conversación con Hayek, chascando los dedos con la frase: «Son unos tontos», cayó Rodríguez Zapatero y creó la base para el triunfo electoral del PP y de Rajoy. Y he aquí que ese izquierdismo, mal sostenido por los afines a Sánchez y el PSC, acabó por buscar refugio en Podemos. De ahí se derivó un auge de este izquierdismo populista, como antes había sucedido con el anarquismo.
Todo eso, claro es, crea una profunda crisis en el PSOE, pero no es la única causa de sus problemas. En España existe hace, no ya 137 años, o sea los de existencia del PSOE, sino 142 (cuando preside el Ministerio-Regencia Cánovas del Castillo) toda una serie de políticos, que va desde el Partido Conservador de entonces al PP, que recoge sucesivamente los mensajes del socialismo de cátedra alemana; de la doctrina social de la Iglesia; del Estado de Bienestar de Beveridge (¿recordamos datos y vinculaciones de su estancia en Madrid?); de la Escuela de Friburgo a través de Stackelberg y de Eucken; de los mensajes del trío europeísta y catoliquísimo constituido por Adenauer, de Gasperi y Schuman y de las enseñanzas de la Guerra Fría. Como consecuencia de ello, desarrollan una activa política social, por cierto con el colateral apoyo krausista, sin el que no se explica el respaldo intelectual extraordinario en el proceso seguido.
En este sentido, hay que preguntar, por ejemplo, ¿quién creó el Ministerio de Trabajo? Dato, conservador, en 1920. ¿Dónde se inician los Seguros Sociales Obligatorios? Ley de Accidentes de Trabajo de 30 de enero de 1900, en un Gobierno conservador de Francisco Silvela. ¿Dónde se apoyó la creación creciente de los seguros sociales obligatorios? al aparecer, en el Instituto Nacional de Previsión el 27 de febrero de 1908, por un Gobierno de Antonio Maura.
Y el actual Sistema Nacional de Salud, de Lluch y Sabando, ¿no se basa en el Seguro Obligatorio de Enfermedad de Girón? Y el salario mínimo obligatorio ¿no lo puso en marcha Jesús Romeo, dentro del conjunto derivado del Plan de Estabilización de 1959, de un Gobierno presidido por Franco? E incluso la política de casas baratas, ¿a quién se debe? Al ministro de la CEDA Federico Salmón. Para qué seguir. La política social que originó que España lograse poner en marcha medidas favorables para las personas de rentas más bajas vienen de esa línea doctrinal, ajena en lo fundamental al PSOE.
Se observa que la derecha elimina protagonismo en la acción redistributiva de la renta al PSOE, y que, por la izquierda, una serie de posturas extremas le crean crisis económicas y, si el PSOE las elude o rectifica, pierde votos. Ante esta situación,¿qué mensaje original puede ofrecer el socialismo? Desde un punto de vista nacional, no deja de ser una cuestión muy preocupante.
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