El partero de una era

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¿Cómo se le dice hasta luego a un imprescindible? ¿A uno de esos imprescindibles de los que hablaba Brecht? ¿A esos que luchan toda la vida? ¿Dónde se consigue suficiente aire para abarcar el suspiro que nos deja su partida? ¿De qué diccionario se sacan las palabras para describir tanta ausencia de una presencia eterna? ¿Cuál es la exégesis histórica que nos permitirá hacerle justicia a su obra inmensa? ¿Qué poema le explica al corazón que el dulce amigo, el tierno padre, el gran enamorado, ya no estará a la vuelta de una carta o de una llamada telefónica?

Hoy, sinceramente, siento que se me perdió mi Unicornio Azul. Y aunque sé que no desapareció, que seguramente anda compartiendo historias con muchos de sus hijos que se le adelantaron en este glorioso viaje hacia la eternidad, eso no calma mi orfandad y el vacío que me deja el no contar, cada día, con su consejo oportuno. No voy a pagar cualquier información, si alguien sabe de él, porque no habría dinero en el mundo para ello. Todos saben de él, o creen saber.

La mayoría conoció su amor infinito, su compromiso sincero “con los pobres de la tierra”, su sabiduría serena y casi secular, su coherencia blindada, su dulzura paternal, su encantador sentido del humor, su inteligencia práctica puesta al servicio de los ideales más sublimes de la humanidad, su capacidad de trabajo titánica.

Otros, los menos, repiten irascibles y cargados de un odio sembrado, frases de propaganda sucia elaboradas macabramente por aquellos que, creyéndose más que los demás, sintieron el miedo de perder sus privilegios y las golosinas de sus vanidades, para que los desposeídos pudieran tener si quiera una parte de lo que les correspondía en justicia. Pobres de ellos, porque posiblemente nunca lleguen a entender la magnitud del verdadero y único amor, que está en donarse por completo al servicio de los demás.

Lo que sí está claro es que su presencia sin límites y su física ausencia son tan inconmensurables, que el planeta entero, todo, ha clamado su partida, al punto que es difícil imaginar que cualquier otra persona del mundo pudiera causar tanta conmoción. Y es que él es y será así: inmenso, gigante, eterno.

Sé que le pertenece a la historia de la humanidad, pero también forma parte de mi humilde historia personal. Por eso hoy no sólo honro al líder, al ejemplo, al Comandante de miles de victorias, sino también lloro al amigo, al padre, al enamorado, al mentor, a la dulce compañía que me sacaba sonrisas en amaneceres inolvidables.

Desconsolada te extraño y plena de alegría le rindo tributo a tu vida, esa que dedicaste a las causas más bellas de la humanidad. Por eso, mi alma entera te bendice y te agradece haberte convertido en el hombre que ayudó a la Era a parir un Corazón.

@marypilih

mphdigital@yahoo.com

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