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La Habana. Desde la invasión en la Bahía de Cochinos hasta la histórica visita del presidente Barack Obama, los cubanos han sabido por generaciones que en cualquier momento en que Estados Unidos se volviera hacia la isla se iba a encontrar con Fidel Castro sosteniéndole la mirada.
La muerte de «El Comandante» se suma al temor de los cubanos a que el nuevo presidente electo de la mayor economía del mundo, Donald Trump, dé un portazo a los embrionarios vínculos comerciales y turísticos, desandando dos años de acercamientos entre unos vecinos poco amistosos.
Trump ha tenido un tono muy diferente al del actual presidente Barack Obama, quien hace dos años llegó a un acuerdo con el hermano menor de Fidel, el mandatario cubano Raúl Castro, para acabar con medio siglo de hostilidades.
En la recta final de su campaña, Trump intentó ganar el voto cubano estadounidense de Florida asegurando que sería firme en su oposición a los Castro, y prometió que, de resultar electo, cerraría la recién inaugurada embajada estadounidense en La Habana.
Previamente, en la campaña por las primarias de su partido, había dicho que restaurar los lazos diplomáticos con Cuba era apropiado, pero que Obama debió negociar un mejor acuerdo.
Ya con el triunfo en la mano, es difícil saber cuál será el enfoque de Trump.
Tras la muerte de Fidel Castro a los 90 años, Obama se refirió a él como una «persona única», mientras que Trump lo llamó «un dictador brutal».
El revolucionario barbudo comenzó su carrera derrocando a una dictadura apoyada por los Estados Unidos, repeliendo una invasión respaldada por la CIA en Bahía de Cochinos en 1961 y sosteniendo una pulseada con el presidente estadounidense John F. Kennedy durante la crisis de los misiles ese mismo año.
Durante sus 49 años en la presidencia, Castro cruzó recriminaciones con 10 presidentes de Estados Unidos, y si bien mantuvo un perfil mucho más bajo desde su retiro en 2008, nunca dejó de advertir a los cubanos de que no debían confiar en Washington.
Su hermano menor nunca cedió demasiado frente al gobierno de Obama en términos de liberalizar el sistema político de partido único.
Pero muchos cubanos reconocen que contaban con el carisma y la oratoria de su fallecido líder para contrarrestar al ampuloso Trump.
«Ante la falta del comandante tengo un poco de temor de lo que pueda pasar por la forma de pensar y de actuar de Trump», dijo Yaneisi Lara, una vendedora de callejera de 36 años de La Habana.
«Podría echar para atrás y bloquear todo lo que ha venido pasando, todas las cosas que hizo Obama, que hizo muchas cosas, que logró acercar a Estados Unidos con Cuba», agregó, admitiendo que ella misma estaba considerando mudarse a Estados Unidos.
Obama no tuvo éxito en convencer al Congreso para que levantara el embargo económico de Estados Unidos a Cuba, pero a título personal se oponía a las sanciones y usó decretos para permitir que se incrementaran el comercio y los contactos.
El primer vuelo comercial de Estados Unidos a La Habana tiene programada su llegada para el lunes.
Trump puede fácilmente revertir esas medidas. No ha dejado clara su posición, pero sí incluyó en su equipo de transición a Mauricio Claver-Carone, un partidario de mantener un duro embargo económico.
Sin entrar en detalles, Trump dijo el sábado, tras la muerte de Castro, que su gobierno haría «todo lo posible» para mejorar las libertades y la prosperidad de los cubanos.
«Trump es todo lo contrario de Obama», dijo Pablo Fernández Martínez, un rudo taxista de 39 años.
La vida sigue siendo dura en Cuba para una población educada pero subempleada, y el acercamiento a Estados Unidos ha traído más dólares. Fernández teme que la fuente se seque una vez que Trump se mude a la Casa Blanca.
«Es probable que haya menos turismo y eso afecta a todo el mundo en Cuba, y a la economía», dijo el padre de un niño que gana entre 100 y 120 dólares a la semana transportando a extranjeros.
Pedro Machado, de 68 años, es un ingeniero en investigación marina retirado que ahora alquila cuartos en su espacioso departamento cerca del «Malecón», la costanera de La Habana. A Machado, que mira televisión junto a su mujer, le preocupa que la retórica agresiva de Trump sea el presagio de problemas.
«La política de Trump es muy agresiva. Hay que esperar a ver lo que hace. Parece empeorar la cosa para Latinoamérica y Cuba en particular», dijo.
«Mi generación fue beneficiada con la Revolución de Fidel. Beneficiaron a los humildes y más pobres. No todo fue color de rosa, pero Fidel nos ayudó», añadió. «Estados Unidos se ha dirigido como imperio y esto es lo que representa Trump. Dado lo que ha dicho Trump, no es muy bueno lo que se espera en el futuro», agregó.
Rebeca Hernández, una estudiante de medicina que vestía su uniforme de blusa blanca y falda azul oscura cerca de la Universidad de la Habana, se mostró decidida frente a los desafíos que podría plantear el presidente electo de Estados Unidos.
«No hay que temerle a Trump, nosotros pa’lante. Hemos resistido a 10 presidentes de Estados Unidos y nos mantenemos en pie contra el bloqueo (…) Trump o la Clinton daba igual», dijo Hernández.
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