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BEIJING—China está revelando nuevos planes de inversión en América Latina justo en momentos en que Estados Unidos contempla un repliegue comercial, una señal de que Beijing se está posicionando para incursionar en mercados donde contará con un mayor margen de maniobra.
Mientras la semana pasada el presidente Xi Jinping concluía una gira por Sudamérica, el gobierno divulgó un plan estratégico que fija ambiciosas metas para expandir su influencia global e inaugurar “una nueva era” en las relaciones entre China y América Latina.
El documento de 11 páginas difundido el jueves por los medios estatales no ofreció muchos detalles pero envió un mensaje claro: China se concentrará más en América Latina y tiene un plan metódico para lograrlo.
Durante la semana pasada, Xi Jinping intervino ante el Congreso peruano, fue escoltado por la guardia de honor en Santiago de Chile y aprovechó su asistencia a la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacifico (APEC) en Lima para promocionar pactos comerciales respaldados por China.
El documento de política anunciado la semana pasada, el primero en ocho años, coincide con las promesas del presidente electo de EE.UU., Donald Trump, de renegociar o abandonar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta, por sus siglas en inglés), de salir del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés), erigir un muro en la frontera con México y reducir la ayuda internacional.
Aunque sin dar detalles, el documento enfatiza en reiteradas ocasiones el fortalecimiento de los lazos entre empresas chinas y latinoamericanas, en sectores que van de las materias primas y la agricultura a la alta tecnología, pasando por las finanzas. “China se ha comprometido a forjar una nueva relación con América Latina”, afirmó.
El gigante asiático está bien preparada para llenar el vacío dejado por el repliegue de EE.UU. China ha llevado a cabo durante una década un tipo especial de expansión global con proyectos en mercados emergentes que supuestamente benefician a todos, como países africanos ansiosos por infraestructura que las compañías chinas ayudan a construir.
En el seno del Partido Comunista chino prácticamente no se cuestionan los méritos de la expansión global, lo que permite al país hablar con una sola voz en momentos en que en EE.UU. abundan las sospechas en torno al comercio a lo largo de todo el espectro político.
“Si uno mira el mapa del mundo, este es un lugar en el que necesitamos mejorar relaciones”, dijo Guo Jie, profesora de la Universidad de Beijing. “Históricamente, se ha producido una falta de comprensión mutua”, aseveró. La experta atribuyó eso en parte a las estrechas relaciones de ambas regiones con EE.UU.
El saliente gobierno de Barack Obama no ha escondido su preocupación de que China aproveche el repliegue estadounidense en desmedro de los intereses estratégicos de Washington en el exterior.
La secretaria de Comercio, Penny Pritzker, criticó la semana pasada la promesa de Trump de retirar a EE.UU. del TPP que el gobierno de Obama negoció con casi una docena de países, entre los que figuran Chile, México y Perú, al indicar que eso le otorga a China una ventaja a la hora de “promocionar enérgicamente su propia agenda comercial”.
“Cederle terreno a China no tiene ningún sentido”, dijo Pritzker en una entrevista con el diario The Washington Post.
El nuevo giro de China hacia América Latina no está exento de riesgos. Es una región donde Beijing tiene antecedentes con altibajos y donde sus prácticas han generado las mismas dudas que han acompañado la expansión china en otras áreas, incluyendo su impacto en las comunidades locales.
El documento, junto a los discursos de Xi Jinping en su gira por la región, parecen ofrecer un nuevo estilo de comunicación, con la promesa de generar empleos, asistir a los países en la construcción de sectores con valor agregado, respetar las prácticas locales y brindar ayuda económica “sin incluir ninguna atadura política”.
La primera incursión internacional de China se centró en EE.UU. y Europa en cuanto a mercados y África para recursos naturales. Su apetito por los commodities también la llevó a Sudamérica y El Caribe. La región es ahora el segundo destino de la inversión china después de Asia y la inversión anual se duplicó entre 2005 y 2015 para ascender a US$12.600 millones.
La expansión vino acompañada de las mismas críticas que Beijing ha recibido en África, donde sus empresas han sido acusadas de extraer recursos, contratar pocos empleados locales y hacer poco para estimular las industrias existentes.
Las exportaciones de soya argentina a China se dispararon después de 2000, pero cuando Argentina trató de vender más aceite de soya, China impuso en 2010 restricciones al subproducto, que es más rentable, con el argumento de que su contenido de componentes tóxicos excedía los límites aceptables. El gobierno argentino dijo que la medida era una represalia por los límites que había impuesto a las importaciones chinas de manufacturas que estaban afectando a los competidores locales.
El aumento de la demanda china por materias primas también benefició a Brasil pero dejó al país con poco más que deuda una vez que se enfrió en 2013.
La seguidilla de inversiones chinas en commodities también se ha topado con dificultades, en especial en Venezuela, donde el mal uso de los recursos y una economía en implosión han puesto en riesgo créditos por miles de millones de dólares y han puesto a prueba la paciencia de Beijing.
Xi presentó a China como un aliado benévolo de los mercados emergentes de la región. “Ningún país, por grande, fuerte y rico que sea, puede atropellar a otro pequeño, débil y pobre”, manifestó en su discurso ante el Congreso peruano. No mencionó ni a EE.UU. ni la opinión de Donald Trump sobre el libre comercio, pero hizo un llamado a favor de la inclusión, el sistema de acuerdos comerciales multilaterales y el fin del proteccionismo.
“China siempre ha sido recelosa de la forma en que Estados Unidos percibe sus relaciones con América Latina”, dijo Margaret Myers, directora de programa de Diálogo Interamericano, un centro de estudios de Washington. “Y si vemos una menor participación de Estados Unidos, o una relación que no es particularmente productiva, eso deja más espacio para que China abra más puertas”.
—Ian Talley, en Washington, contribuyó a este artículo.
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