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Juan Manuel Santos aprendió la lección. Para legitimar el histórico acuerdo con el fin de poner fin a la guerra civil más larga del mundo, prefiere ahora que sea el Parlamento el que lo debata y apruebe.
Santos tiene razón, porque la lección más importante del plebiscito del 2 de octubre, en el que fue derrotado por poco el Acuerdo original de Paz con las FARC, es que la paz, por sí misma, no convence, más sí las incitaciones al miedo y la venganza.
Uribe tiene que aceptar que todas las partes cedieron al máximo. El juego político ha terminado. Colombia necesita la paz, hoy más que nunca. No se vislumbra un mejor Acuerdo de Paz, porque es imposible lograrlo.
Segunda lección: Para algunos un acuerdo político solo tiene valor cuando es posible instrumentalizarlo para intereses personales o de un partido. Por ello el expresidente Álvaro Uribe fue el ganador de dichos comicios.
«¿No sería más fácil que el Gobierno eligiera otro Pueblo?”
Santos no quiere ir tan lejos como el escritor alemán Bertold Brecht. Después del fallido levantamiento popular del 17 de junio de 1953 en la Alemania comunista, el poeta y director de teatro le preguntaba a los jefes de la dictadura del partido único SED con mordaz crítica que si no les era más fácil disolver al pueblo y elegir otro de su agrado.
No. El Premio Nobel de la paz, Juan Manuel Santos Nobel, no emula al régimen dictatorial comunista. Todo lo contrario: con su decisión de enviar el Nuevo Acuerdo al Congreso evita la instrumentalización populista de un tema de vital importancia para el país. Un punto de vista que está ganando importancia en Europa, debido a que en la Unión Europea demasiados reconocidos políticos han caído en la trampa populista de convocar referendos.
La estrategia de Santos es la correcta, porque al Acuerdo de Paz es un deber frente a millones de víctimas del conflicto armado. Ciudadanos que esperan con impaciencia encontrar finalmente los restos de sus familiares y darles digna sepultura, con la ayuda de las FARC desmovilizadas. La mayoría de las víctimas quiere arrepentimiento, no venganza.
El silencioso llanto de las víctimas
Por ello, la mayoría de los grupos de víctimas apoyo el Acuerdo de Paz del gobierno y los rebeldes, aunque no sea perfecto. La población rural desplazada está mayoritariamente a favor de la paz. Pero, a diferencia de quienes lo rechazan, que viven principalmente en las ciudades, la voz de las víctimas y campesinos es apenas perceptible.
En realidad, todas las partes podrían darse por bien servidas con el resultado del proceso de paz: Santos pasará a la historia como pacificador; las FARC tienen la oportunidad de hacer política sin armas y Uribe sale como ganador político tras el rechazo del plebiscito.
Pero Uribe tiene que aceptar que todas las partes cedieron al máximo. El juego político ha terminado. Colombia necesita la paz, hoy más que nunca. No se vislumbra un mejor Acuerdo de Paz, porque es imposible lograrlo.
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