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Eleuterio Fernndez Guzmn
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Eleuterio – 2012
Hay personas creyentes que sostienen que, aunque oren y recen no escuchan nada de lo que, se supone, Dios les est diciendo. Esperan, a lo mejor, que una voz venida del ms all, les comunique lo que tienen que hacer o que, en todo caso, les censure lo que no deberan llevar a cabo.
Tal forma de pensar es, adems de curiosa, un poco ilusoria porque Dios, el Creador, el Omnipotente se dirige a cada uno de nosotros de muchas formas pero no, como es lgico, de viva voz como si se tratara de alguien con quien platicamos amigablemente.
En el Salmo 85, el salmista se dirige a Dios con lo que muy bien podemos entender como un intento de escuchar al Creador dirigindose al mismo al reconocerle poder sobre su persona y sobre toda la creacin. Dice el mismo lo siguiente:
Tiende tu odo, Yahveh, respndeme, que soy desventurado y pobre, / guarda mi alma, porque yo te amo, salva a tu siervo que confa en ti. T eres mi Dios, / tenme piedad, Seor, pues a ti clamo todo el da; / recrea el alma de tu siervo, cuando hacia ti, Seor, levanto mi alma. / Pues t eres, Seor, bueno, indulgente, rico en amor para todos los que te invocan; / Yahveh, presta odo a mi plegaria, atiende a la voz de mis splicas.
Nos dirigimos, pues, a Dios porque pedir siempre est en el horizonte de los hijos que saben que su Padre los escuchar. Sin embargo, a la hora de escuchar lo que quiere de nosotros y, sobre todo, lo que espera de su descendencia, no hacemos otro tanto.
A este respecto, Benedicto XVI, en la Audiencia General del 7 de marzo de 2012, nos insta al silencio para escuchar a Dios porque La primera es la disposicin para acoger la Palabra de Dios. Es necesario favorecer el silencio interior y exterior para que dicha Palabra pueda ser escuchada. Con frecuencia, los Evangelios nos presentan al Seor que se retira solo a un lugar apartado para orar. Adems, el silencio tiene la capacidad de abrir en la profundidad de nuestro ser un espacio interior, para que Dios habite, para que permanezca su mensaje, y nuestro amor por l penetre la mente, el corazn, y aliente toda la existencia».
Habla y escribe el Santo Padre sobre disposicin para acoger lo que Dios quiere de nosotros porque es en su misma Palabra donde podemos encontrar respuesta a nuestras peticiones y a lo que, en realidad, queremos del Creador.
Aquellos, por lo tanto, que buscan donde, en realidad, nada van a encontrar, slo se hacen dao a s mismos y a la fe que tienen en Dios. En realidad, les bastara con escuchar la voz del Creador en su Palabra para darse cuenta de que siempre ha estado ah y que nunca ha abandonado, el Padre, a sus hijos.
Tiene, adems, para quien as acta, muy malas consecuencias de cara a su vida definitiva, la eterna. Esto es as porque muchas son las veces que Jesucristo habla de la importancia de llevar una vida adecuada a la voluntad de Dios con vistas a lo que tiene que venir tras el paso por este valle de lgrimas.
Pero no vaya a creer nadie que no tenemos, digamos, pista alguna sobre cmo debemos escuchar a Dios e, incluso, qu tenemos que tener en cuenta.
Ya en el Gnesis (17, 1) Dios dice a Abraham Yo soy El Sadday, anda en mi presencia y s perfecto que era una forma bastante evidente de expresar cul deba ser el comportamiento de aquel padre en la fe. La perfeccin estaba, segn aquello, en escuchar a Dios que hablaba, por ejemplo, a travs de sus profetas.
Pero luego, ya entrado en ltimo tiempo, el final de los tiempos, cuando Jess, a los pocos das de haberse presentado al mundo, es invitado a una boda en Can, y, como sabemos, se dio la circunstancia de que los novios se quedaran sin vino. Su madre, la Madre de Dios, dijo aquello tan conocido (Jn 2, 5) de Haced lo que l os diga porque saba que slo as el camino escogido sera el correcto. Hacer lo que Cristo quiere que hagamos es una forma ms que adecuada de escuchar a Dios porque el Cristo es Dios hecho hombre.
Pero como Jess siempre sale en nuestro auxilio y en esta necesidad, la de escuchar a Dios y la de tenerlo en cuenta en nuestra vida, no poda ser menos. En el Evangelio de San Mateo, en el marco de las Bienaventuranzas y en lo mucho de lo bueno y magnfico que recoge quien fuera recaudador de impuestos en el captulo 5 de su Evangelio, dice en un momento determinado (48) lo que es, realmente, definitivo: Sed, pues, perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.
Entonces en la perfeccin de Dios est el verdadero sentido de nuestra escucha. Or y escuchar al Creador a travs de su Obra y de su Palabra es, verdaderamente, el nico sentido que tiene una vida de creyente en el Todopoderoso.
Hacer otra cosa como, por ejemplo, mirar para otro lado cuando nos habla a travs de l mismo o de su Hijo Jesucristo es hacernos un favor muy flaco y es, adems, querer manifestar una querencia menguada por la vida eterna.
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