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Fidel Castro dejó el futuro inmediato de Cuba tan atado, que dentro y fuera de la isla se duda que la situación cambie radicalmente a la muerte del líder de la revolución cubana. Al menos hasta que la «solución biológica» haga desaparecer a la gerontocracia en el poder, con el presidente Raúl Castro a la cabeza. La caída del régimen aliado chavista en Venezuela y avances en el acercamiento a Estados Unidos podrían acelerar la apertura del régimen instaurado en 1959, según los observadores. Aunque el triunfo en las presidenciales estadounidenses de Donald Trump –quien ha amenazado con revertir las medidas del presidente Barack Obama– y la mayoría republicana en el Congreso –contraria al levantamiento del embargo– no parecen encaminados en esa dirección.
Al menos hasta 2018, cuando terminan los dos mandatos de Raúl Castro y sus funciones ejecutivas como presidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros, todo está bien atado. Pero es previsible que el menor de los Castro, de 85 años, si aún sigue con vida, acapare el poder en la sombra si continúa como primer secretario del Partido Comunista, ya que el partido es la máxima instancia de mando, según la Constitución. Por tanto, quién tomará las riendas del Ejecutivo será clave para conocer qué tipo de apertura puede adoptar el régimen, una vez desaparezca la gerontocracia. Si seguirán el ejemplo de China o de Vietnam, o si será un modelo eminentemente cubano.
Apertura y dictadura
«Aunque están dando una imagen de inmutabilidad del sistema, es posible que la grave situación del país les obligue a cierta apertura a la participación ciudadana, tanto económica como políticamente con la concesión de algunos derechos», subrayan observadores en la isla. Aunque apuntan que ese «socialismo de mercado» será dentro de los límites de un régimen de partido único y fuerte control estatal, de tipo como el instaurado en China. Los observadores en la isla auguran más una apertura paulatina que una dictadura aún más represiva, que no es descartable.
Cuando Raúl relevó a su hermano Fidel admitió que Cuba estaba «al borde del precipicio» y se puso manos a la obra para «actualizar» el fracasado socialismo (comunismo). «Torpedeados» por el mayor de los Castro, los cambios «se quedaron a medio camino», según distintos observadores en La Habana. La desaparición física del eterno número uno es la oportunidad para decidir qué modelo aspira a seguir la isla —el socialismo de mercado chino o vietnamita, o uno cubano donde los militares conservan el control de la economía— para que el país recupere el lugar que le corresponde en el mundo por su historia y geografía. Mientras a mediados del siglo XX, Cuba corría a la zaga de Argentina y Uruguay en riqueza, más de cinco décadas después es una de las naciones más pobres de la región.
Perder los privilegios
Para no caer en el precipicio al que le ha conducido la aventura castrista, Cuba tiene a su favor una alta tasa de universitarios, así como el capital humano y económico de la diáspora (alrededor de dos millones de personas) cautelosamente dispuesto a invertir en la reconstrucción de la isla. Como España, que ya tiene un pie dentro. O Estados Unidos, a tan solo 140 kilómetros de sus costas, donde existen empresas que desde hace tiempo tienen diseñada la estrategia para ese momento.
Los militares y la Iglesia católica cubana están llamados a desempeñar un papel clave en el futuro del país. Sobre todo cuando hayan desaparecido los dos Castro. Lo más probable es que la alta jerarquía del Ejército —y la «nomenklatura» del régimen en general— haga lo imposible por mantener sus privilegios. Mientras que los rangos inferiores, que sufren las mismas carencias que el pueblo, se sumarán a sus ansias de libertad, pronostica un exmilitar cubano cercano durante años al fallecido comandante, que pide el anonimato.
La Iglesia católica es la única institución que existe en la isla al margen del régimen; la única que ha entablado un diálogo inédito con Raúl Castro que en 2010 condujo a la liberación de los presos de conciencia de la llamada Primavera Negra de 2003. Sin embargo, la oposición interna se siente excluida de ese diálogo, que cree que debería ser a tres bandas.
El pueblo cubano no tiene margen de maniobra, pero cada día muestra más claramente sus aspiraciones. Abocados al capitalismo que los llamados «cuentapropistas» han comenzado tímidamente a recuperar, una de las incógnitas es si la cúpula controlará los cambios o si lo harán fuerzas democráticas. Entre las fuerzas vivas del régimen apenas se barajan dos opciones: el liderazgo de una figura fuerte surgida del Ejército o de las odiadas fuerzas de seguridad. O que el Partido Comunista de Cuba se convierta en una especie de PRI mexicano de antaño con partidos satélites y elecciones controladas.
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