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Tras la caída del Muro de Berlín, la desintegración de la URSS y el fin de la Guerra Fría, Cuba quedó como principal reducto del comunismo en el mundo, con el permiso de la hermética Corea del Norte y de una China gobernada por el Partido Comunista ya abierta al mercado. “Si en Moscú reina el capitalista, el pueblo cubano debe resistir”, cantaba en 1999 la banda de rock español Boikot siguiendo esa idea.
Hace más de veinte años, con la humanidad todavía instalada en él cronológicamente, ya se hablaba del fin del siglo XX. Eric Hobsbawm explicaba en su libro Historia del Siglo XX que empezó en 1914, con el inicio de la Primera Guerra Mundial, y que moría en 1991, con la caída del bloque soviético.
Este viernes por la noche murió a los 90 años el comandante en jefe de la Revolución Cubana, Fidel Castro. Y ha habido unanimidad en la comunidad internacional al afirmar que su muerte marca el fin de una época. También se ha destacado, pese a las tibias críticas en la cuestión de los derechos humanos y las libertades, que era una de las “grandes figuras” del siglo pasado, el último líder revolucionario. Con su partida se ha ido otro trozo más de siglo XX, un pedazo más de historia viva. Antes se fueron Juan Pablo II, Mandela, Peres o Arafat.
Tras el triunfo de la revolución de Fidel en 1959 y el abrazo al socialismo dos años después y su enemistad con la megapotencia mundial, Estados Unidos, la isla caribeña tuvo años de bonanza gracias al viento fresco que llegaba con la ayuda de la URSS.
La caída del Muro de Berlín y la posterior desaparición del bloque fueron el mayor golpe político y económico que encajó Fidel desde que tomó el poder con su Revolución, que curiosamente empezaba justo 60 años antes del día de su muerte con la partida del Granma desde México a Cuba con 82 revolucionarios a bordo. Entre ellos estaban su hermano y actual presidente, Raúl Castro, y el Che Guevara.
Sin el hermano ruso, el aliado que durante décadas garantizó la supervivencia de la isla bloqueada y situada a sólo 140 kilómetros de su mayor enemigo, Estados Unidos, Castro decretó un programa de austeridad conocido como “período especial”. Aquello obligó a los cubanos a apretarse más el cinturón y empujó a muchos a emigrar, algunos por mar rumbo a las costas de Miami. Muchos perecieron en el mar como ahora mueren los refugiados que parten de las costas del Norte de África huyendo del horror de sus países y del polvorín de Oriente Medio. A diferencia de Europa ahora, llegar a Estados Unidos sí era un refugio, aunque sólo fuera por la enemistad política entre ambos países que obligaba a Washington a ser amable y solidario.
La alianza estratégica con Venezuela, con la amistad de Chávez y Castro, dio un respiro a Cuba a principios del nuevo milenio. La marcha del poder de Castro 50 años después de la Revolución, en 2006, y la llegada de su hermano Raúl al frente del Gobierno trajo al país algunas tímidas reformas que han culminado en el deshielo diplomático entre Washington y La Habana. Empezó en diciembre de 2014, tras la mediación del Vaticano, y todavía avanza a medio gas, por las reservas que persisten en ambas partes del estrecho de Florida y un embargo que todavía no languidece y con el control republicano del Capitolio no parece que vaya a acabar.
Con todo ello y tras el primer paso dado en el funeral de Nelson Mandela en 2013 con un apretón de manos a Raúl Castro, el actual inquilino de la Casa Blanca, Barack Obama, paseó por La Habana en marzo de este año poniendo fin a 90 años sin que un presidente en el cargo pisara la isla. Con sus pasos y el aterrizaje del Air Force One en el aeropuerto internacional José Martí el siglo XX ya quedaba lejos. La muerte de Fidel lo aleja todavía un poco más.
Hoy, en pleno 2016, una nueva clase política emerge por Occidente.Triunfó el Brexit en Reino Unido y ganó Donald Trump (hasta enero no toma posesión del cargo). En Francia, Holanda y Alemania, así como en la mayoría de países europeos, los llamados populistas -en muchos casos antiglobalización y xenófobos- suben como la espuma por el descontento de los ciudadanos con las élites y la clase dirigente, servil con las grandes multinacionales y muy distante de la calle. Sus ideas y su discurso calan fácil entre los frustrados de la cirsis y el club de Le Pen, Wilders, Farage y Frauke Petry va de celebración en celebración. Y 2017 es año de elecciones. Veremos qué pasa en Europa.
Decía Ismael Serrano “si hoy se cae La Habana, ¿el día de mañana quién será nuestro dueño?”. Quizá algún magnate como Donald Trump, que posee complejos de lujo, casinos y campos de golf por todo el mundo. ¡Ah!, y una torre en Nueva York y pronto la Casa Blanca…
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