Maracaná, eterno templo del fútbol y nuevo símbolo de la corrupción brasileña

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Infolatam/Efe
Río de Janeiro, 20 de noviembre de 2016

El emblemático estadio de Maracaná, que desde hace décadas ha sido palco de algunos de los momentos más memorables de la historia del deporte brasileño, recupera un triste protagonismo ahora por una escandalosa trama de corrupción.

La detención del exgobernador de Río de Janeiro Sergio Cabral destapó un elaborado esquema de corrupción basado en comisiones ilegales para la adjudicación de proyectos de obras públicas.

Esta trama que, según explicaron esta semana fuentes de la Policía Federal, estaba liderada por el propio Cabral, exigió el pago de comisiones en al menos tres grandes proyectos realizados durante los ocho años que duró su mandato: El Arco Metropolitano, el Programa de Crecimiento de las favelas y la reforma del Maracaná.

Las autoridades calculan que Cabral se embolsó al menos 66 millones de dólares en comisiones ilegales de grandes constructoras vinculadas también con la monumental trama de corrupción que envuelve a la estatal Petrobras, epicentro de la conocida como operación ‘Lava Jato’.

Precisamente la participación de estas grandes empresas en el mayor caso de corrupción de la historia de Brasil acabó llevando a las autoridades hasta Cabral, gracias a un acuerdo de cooperación judicial alcanzado con ejecutivos de las empresas Andrade Gutiérrez y Carioca Ingeniería a cambio de una futura reducción de pena.

Según la Fiscalía, las comisiones superaban el 5% del valor total de las obras contratadas y eran abonadas mediante la transferencia de cuotas mensuales o a través de pagos en especie que llegaron incluso a cubrir el coste de vestidos de fiesta para la esposa del exgobernador y meriendas en fiestas de su hijo.

Durante la gestión de Cabral, Río de Janeiro acogió el Mundial, los Panamericanos y obtuvo los Juegos Olímpicos de 2016.

Para preparar el templo del fútbol brasileño para la Copa Confederaciones de 2013 y el Mundial de 2014, el gobierno del estado de Río comenzó, en 2010, unas obras de remodelación que, según reveló la policía el jueves, sirvieron además para enriquecer a Cabral y a algunos de sus más estrechos colaboradores.

Las obras, que costaron cerca de 400 millones de dólares, estuvieron marcadas por los problemas dentro del consorcio, integrado por las constructoras Andrade Gutiérrez y Odebrecht y una tercera socia, Delta, que se vio obligada a abandonar el proyecto en 2012 en medio de un escándalo de corrupción.

Dejando los escándalos a un lado, esta reforma supuso un auténtico renacimiento de un coliseo del que apenas se conservó intacta su fachada original y que pasó a ser considerado uno de los estadios más modernos del mundo.

A la vista del “nuevo” estadio, lejos quedaba en la memoria de los aficionados el histórico ‘Maracanazo’, cuando Uruguay amargó la que estaba llamada a ser la gran fiesta del fútbol brasileño al imponerse a la selección local en la final del Mundial de 1950.

Pocos en Brasil podían imaginar que esa noche del 16 de julio de 1950 un gol del uruguayo Alcides Ghiggia en el minuto 77 de la gran final, que supondría el 1-2 definitivo, despojaría la ‘Canarinha’ de su primer título continental, logrando enmudecer además a las cerca 173.000 personas que asistieron al encuentro.

Aunque con el tiempo, el estadio -cuyo nombre oficial es Jornalista Mario Filho- fue haciéndose un hueco en el corazón de los brasileños gracias a las gestas de figuras como Pelé y Garrincha y a las actuaciones de grupos musicales de la talla de los Rolling Stones y Pearl Jam.

Reformado, el Maracaná terminó de reconquistar el corazón de los brasileños en agosto, durante la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Río 2016 -los primeros celebrados en Suramérica- y sobre todo tras la conquista de la anhelada medalla de oro en la final de fútbol.

El 20 de agosto, la selección brasileña logró alzarse con la presea dorada ante una Alemania que apenas dos años antes le había endosado la mayor humillación de su historia.

El triunfo supuso un momento de catarsis para la afición brasileña, que durante décadas anheló una gesta que dejara atrás el ‘Maracanazo’.

Ahora, apenas tres meses más tarde, los cariocas vuelven a tener motivos para bajar la mirada al pasar frente a las puertas de un estadio que, al igual que Brasil, parece destinado a tener una eterna cuenta pendiente con el futuro. EFE

rso/mar/cav

(foto)

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