¡Venezuela estado militarista!

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En 2011, cuando avizorábamos el porvenir en nuestras fuerzas armadas, nos atrevimos a decir: “No es para menos la alharaca que se ha armado desde que se entendió el fin asociativo del discurso militarista de Chávez, seguido al pie de la letra por quienes se aferran al complaciente esquema de un gobierno que no tiene ni la menor idea de lo que es gobernar, ni para que se gobierna. La mala interpretación que siempre se ha dado al militarismo, que no de militares y fuerzas armadas, ha hecho creer que los militares son un poder omnímodo. Falsa y estúpida idea que se sigue macerando como el buen vino, pero que ha perdido su esencia y arrogancia, en la medida que su liderazgo ha creído en el militarismo”.

Pero antes, en enero de 2007, después de referendo, también habíamos dicho: “Antes de analizar el discurso monárquico, creemos necesario enlazarlo con el acontecer, nuestro acontecer después del 3D, cuando el amanecer rojo, como la marea, nos cundió de un doloroso abatimiento ya percibido antes y como dice el sabio, ‘falta mucho por ver y ojala no sea repetitivo’. Sin embargo, hacemos girar la mente, pero el pensamiento sigue siendo iterativo y nuestro esfuerzo se vuelve quimera. No obstante, no podemos dejar de pensar en el provenir y en el devenir, y hacer el máximo esfuerzo por sobrevivir para la lucha mientras el cuerpo aguante”.

El conocimiento de la vida militar y de los militares, nos habían conducido a una conclusión, que antes fue experiencia, cuando los “malandrines rojo rojitos”, que tomaron la montaña y asaltaron a bancos y ciudades, nos crearon una mente agredida y hasta envilecida por la desidia. Sin embargo, dijimos: “Lo que si no haremos es rendirnos ante los axiomas de la experiencia, que nos coloca enfrentados a la terquedad militar venezolana. Esa terquedad, que no surge del militar sino de los oportunistas, que se aprovechan de la ignorancia del militar que piensa que la patria es solo el diseño de un país histórico al que le faltan esculturas y hazañas apocalípticas, aunque para lograrlas o diseñarlas, tengan que desvirtuar el pensamiento de los próceres que hicieron la historia militar venezolana, nunca apartada de un ideal independentista y caudillesco, que siempre tendió y tiende al usufructo del arrojo del pueblo ignorante que sigue creyendo en la mesianía del líder militar…”

Luego agregamos: “Los que conocemos el monstruo por dentro y fuimos formados y vivimos en sus entrañas, no podemos dejar de repetir e insistir en el intento por convencer a los que piensan que vivimos en un régimen real y promovido ideológicamente, que este personaje y sus seguidores, no son sino el resultado de una coyuntura política surgida en la década de los 70´, donde el larvario castro-comunista había penetrado la estructura militar con imberbes ‘comunistas’, que sin ideario político crearon la mezcolanza ‘bolívar-rodríguez-zamora’, guiados por inoficiosos oficiales de la Escuela Militar que pretendieron acaparar el ideario ‘bolivariano’, con obras de teatro y todo, siguiendo una secuencia tonta de anécdotas y pueriles pasajes guerreros y viriles, siempre victoriosos, que de tanto trillarlos les conformó en sus mentes una visión, por demás errada del ideal libertario…”

Antes lo dijimos y hoy lo repetimos: No hay dudas que vivimos en un país militarista. Rojo o rojito, el militarismo sigue siendo la ideología y el comportamiento político que ha identificado los intereses nacionales con los de la jerarquía militar, lo que determinado la adopción de específicos regímenes políticos y conceptos de Estado. En nuestro caso, la ideología es la mezcolanza ideada por una sola persona que se creyó iluminada y transmutado al genio de Bolívar e identificó los intereses militares con los nacionales. Esto desde el punto de vista militar, a tenor de “letrados” militares y militaristas, es la concordancia ignorante de los conceptos de disciplina, obediencia y subordinación, tomados como dogmas del uniforme.

No debemos olvidar, que los puntos cardinales de la ideología militarista son el patriotismo, el respeto a la jerarquía y el recurso a la fuerza como medio de resolución de los conflictos internacionales con otros países, que en nuestro país con una legislación que linda en el adefesio, ha constitucionalizado el uso de la fuerza militar para la resolución de los conflictos internos, de allí la legalización y creación de la reserva y las fuerzas de complemento.

Otra de las principales características de los gobiernos y Estados militaristas es el incremento de los gastos militares para la preparación de la guerra y de empresas ligadas al belicismo. Es frecuente la conformación de gobiernos con militares que no asumen necesariamente connotaciones militaristas en su política exterior sino que corresponden más bien a una reacción de signo autoritario ante condiciones internas de inestabilidad política, económica y de agitación social. Nuestro caso es peculiar. Se hizo militarista por la incapacidad política del “golpista presidente”, quien no se percató del aprovechamiento que de él hicieron los integrantes de su entorno, quienes abundaron en adulaciones para su enriquecimiento, llegando al extremo de envolver en su adulación a incapaces jefes militares, quienes creyeron verdaderamente que existe el “rojo rojito” y era posible un socialismo-comunismo de cualquier signo. Esta fue la herencia o legado, que en mala hora traspasó a su sucesor Nicolás Maduro, quien no siendo militar, se apoyó en mandos militares ignorantes de la teoría y  de la filosofía que respalda la ideología política, que solo se han preocupado por enaltecer la simbología inventada por el ignaro difunto Tcnel, quien sin percatarse, insufló en la humildad del pueblo venezolano un ideológico pensamiento, que aparentó ser la solución del subdesarrollo intelectual, mental y espiritual del pobre, proletarizado y subyugado, mediante un lavado cerebral, que lo hizo torpe y miserable.

En la visión de nuestro análisis histórico, hemos percibido que el desarrollo institucional, profesional y político de las Fuerzas Armadas de Venezuela nos conduce a una seria interpretación y convicción, de la existencia de un desorden socio-académico y desconfiguración, de la que fuera una de las instituciones de mayor prestigio y desarrollo organizacional y académico del pasado siglo. En ella, sin descaro y sin reservas morales ni éticas, se ha configurado un emporio de corrupción originado de la desviación del poder gubernamental civilista y democrático establecido en la Constitución, hacia un gobierno militarista, que además de ilegal e ilegítimo, se integró con militares de las más rancia claque sin preparación administrativa ni política apta para su desempeño gubernamental.

En ese orden de ideas, y compenetrándonos en que la Constitución Nacional plantea en su preámbulo, el establecimiento de “…una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural, en un Estado de justicia, federal, descentralizado, que consolide los valores de la libertad, la independencia, la paz, la solidaridad, el bien común, la integridad territorial, la convivencia y el imperio de la ley para ésta y las futuras generaciones; que asegure el derecho a la vida, al trabajo, a la cultura, a la educación, a la justicia social y a la igualdad sin discriminación ni subordinación alguna; promueva la cooperación pacífica entre las naciones e impulse y consolide la integración latinoamericana de acuerdo con el principio de no intervención y autodeterminación de los pueblos, la garantía universal e indivisible de los derechos humanos, la democratización de la sociedad internacional, el desarme nuclear, el equilibrio ecológico y los bienes jurídicos ambientales como patrimonio común e irrenunciable de la humanidad…”, en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, donde la sociedad tenga la oportunidad de convivir en paz tanto interna como externa, para lo cual crea las organizaciones que se encargan de manera funcional de todo lo relativo a legislación, acción ejecutiva y judicial en el orden interno y en el orden externo; y a las relaciones internacionales; surgiendo entre ellas las fuerzas armadas para la seguridad externa, a la que asigna una misión específica, que nada tiene que ver con gobierno y administración pública, salvo su propia administración; de donde se concluye su exclusión de las funciones de gobierno, que es la manifestación maligna del militarismo del que adolecemos. Acto demostrativo de la dispersión política del mando militar hacia el militarismo de Estado, fue la reciente intervención del general Vladimir Padrino, quien siendo ministro de la defensa y comandante estratégico operacional de la FAN, asume el rol de pretor del gobierno que considera militarista, al haberlo otorgado al presidente de la República el absurdo e inconstitucional grado militar de “comandante en jefe”, que es una manifestación fehaciente de la militarización del poder Ejecutivo del Estado.

En este sentido, subrayamos la conveniencia de restablecer constitucionalmente el carácter no deliberante de los miembros activos de la Fuerza Armada Nacional, como un elemento que propende a la gobernabilidad democrática y a la propia estabilidad de la institución militar, lo cual requiere de un cambio paradigmático en cuanto a su misión, función y desempeño, toda vez que ha perdido su orientación como institución necesaria para la estabilidad política en el conjunto de naciones.

También es necesario definir o clarificar el concepto de seguridad establecido en la Constitución, ya que se ha generalizado que la seguridad es un concepto netamente militar, es decir, hay un criterio generalizado, de que el servicio militar es la única forma de actuar en la defensa nacional, sin embargo, cuesta para muchos entenderlo, pero la defensa nacional, no es solo con el servicio militar. En este sentido, el artículo 134 de la Constitución establece: “Toda persona, de conformidad con la ley, tiene el deber de prestar los servicios civil o militar necesarios para la defensa, preservación y desarrollo del país, o para hacer frente a situaciones de calamidad pública. Nadie puede ser sometido a reclutamiento forzoso” Como puede apreciarse, son servicios excluyentes y nadie puede ser obligado a ellos, por cuanto la constitución establece la prohibición del reclutamiento forzoso. En cuanto a la Seguridad, que es un concepto más amplio incluyente de la Defensa, queda plasmada en el artículo 322 de la Constitución que establece: “La seguridad de la Nación es competencia esencial y responsabilidad del Estado, fundamentada en el desarrollo integral de ésta y su defensa es responsabilidad de los venezolanos y venezolanas; también de las personas naturales y jurídicas, tanto de derecho público como de derecho privado, que se encuentren en el espacio geográfico nacional”

Queda claro, que la militarización del Estado venezolano, no es más que una ignorancia del poder político, que encontró en Chávez un cartabón para empoderarse del gobierno, militarizándolo hasta el exceso, como ha ocurrido. Es inconcebible, que mas del 33% del poder ejecutivo se haya puesto en manos de militares, que para complemento ignorantes e incapaces, aupados por el difunto mediante su incitación a la corrupción y ese es poder que tenemos.

Para concluir, tenemos que referir, que la situación jurídica y operacional de las FAN se agravó, desde que se quiso imponer el llamado “Nuevo Pensamiento Militar Venezolano” del ideario del Tcnel. Chávez, como un ideario “antiimperialista”, pidiendo a sus soldados que aceleraran “la ofensiva ideológica radical hacia dentro de la institución militar”, lo que creó la desviación institucional del militar venezolano transformándolo en un ente o persona político partidista, cuyo veneno fue el impulsor de la destrucción ideológica del militar venezolano. Para el general Müller Rojas, quien fue el médium de esta ideologización político-militar, no se trataba de una nueva doctrina de carácter dogmático, sino que sería una adecuación de la forma actual de concebir la guerra por parte de los militares venezolanos, considerando haberse producido un cambio sustantivo en el modo de combate y ya no se trata del enfrentamiento de corporaciones organizadas para hacer la guerra, sino del enfrentamiento entre los pueblos. Esto, obviamente, revierte la doctrina de la guerra a la edad media, a pesar del desarrollo cibernético del mundo actual. ¡Ese es el loco país que tenemos llamado Venezuela!

@Enriqueprietos

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