Del diálogo a la decepción en Venezuela

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Hay consenso en considerar que el diálogo es el camino civilizado para acercar posiciones encontradas, resolver problemas, armonizar posiciones y, en fin, llegar a acuerdos que satisfagan a quienes están en conflicto. Esto es lo que hace mucho debió intentarse en Venezuela para lidiar con las enormes dificultades que sufren los ciudadanos y procurar que se atenúe, en lo posible, la intransigencia del chavismo cuando se trata de encontrar fórmulas de compromiso que se ajusten a la ley, que comprometan el respeto a las libertades democráticas y resguarden los derechos humanos. Solo así se podrá enfrentar, entre todos, la generalizada y agobiante crisis actual.

La desconfianza en un diálogo como el previsto en Venezuela, radica en que son pocos los que se fían de la palabra de los dirigentes chavistas, siempre dispuestos a desconocer las reglas democráticas. En efecto, el presidente, antes de la formalización de propuestas para el acuerdo, injuria y descalifica a los opositores con los que ha aceptado negociar salidas a la crisis política y económica del país, y aun los amenaza. Se sabe que en esto de reprimir él cumple, y manda apresar a los opositores simplemente por ser opositores, negándoles el debido proceso y violando sus derechos.

Puede que parezca poco prudente eludir el diálogo. Pero, si no hay señales ciertas de que uno de los oponentes —en este caso el chavismo— no va cumplir con lo que se pudiera acordar, se habrá perdido el tiempo y, lo que es peor, nuevamente aflorarán las tensiones pues crecerá el descontento ciudadano.

Mucho se ha centrado en la continuidad o no de Nicolás Maduro en la presidencia de Venezuela. Es que en cualquier acuerdo serio se tendría que aceptar que se aparte del poder a un personaje que es responsable de la agudización de la crisis, del mal manejo de la economía y, lo que es mayormente preocupante, que muestra un odio enfermizo a quien no comparte su posición política. Esto lo tiene que saber Maduro. Por ello, acaba de lanzar nuevas invectivas y amenazas, negando que se pueda arribar a posibles acuerdos para salir de la crisis.  

Lo que sí tiene relevancia es la crisis terrible que agobia a los venezolanos y, por supuesto, la mayor responsabilidad radica en la incuria, la ineficiencia y la corrupción del chavismo que enfervoriza sus adeptos con arengas patrioteras.

Terminó en Caracas la primera reunión del diálogo auspiciado por el Vaticano, UNASUR y tres espontáneos expresidentes. Y muy pronto el mandatario venezolano reanudó sus diatribas y puso en duda la posibilidad de un acuerdo. Y, por supuesto, con la arrogancia propia de los autócratas, amenazó nuevamente. De esto da cuenta la agencia de noticias AFP; informa que el pasado 3 de noviembre el presidente venezolano volvió a las andadas: “(Nicolás Maduro) acusó  este jueves (3 de noviembre) a la oposición de crear falsas expectativas en el diálogo iniciado con su gobierno a instancias del Vaticano, y de buscar excusas para levantarse de la mesa”. Y añadió: “Yo alerto, sobre todo a los seguidores de la oposición: les están mintiendo una vez más”. Así no se contribuye a la creación de un clima propicio para discutir posibles salidas a una crisis generalizada.

Pero no es solo Maduro quien desprecia el diálogo con la oposición venezolana. Para no quedar atrás en este concurso de agravios, el segundo en el chavismo, Diosdado Cabello, afirmó que “El diálogo es una ‘bombona de oxígeno’ para la oposición”. “Estos diez días que nos dieron son para que ellos  (la oposición) agarre aire”. Añadió que “dialogar con la oposición es hablar con ‘la nada’” (El Universal, 03. 11.2016). Dada la alta jerarquía que tiene Cabello en el chavismo, se confirma que es poco lo que hay que esperar del régimen en el diálogo iniciado que volverá a intentarse el 11 de noviembre.

Como si fuera poco el ánimo pendenciero expuesto, el presidente volvió a la carga el pasado jueves 3: «La revolución es irreversible —dijo el presidente. Ni con votos ni con balas entrará más nunca la burguesía a Miraflores (la casa de gobierno de Venezuela)». Y agregó: «Yo no doy tregua ni pido tregua. Vienen dos años vitales, ya basta de sabotaje». Esto confirma que Maduro, como todo autócrata, desprecia la voluntad ciudadana expresada en las urnas.      

Con este clima signado por la agresividad y el sectarismo del chavismo, parecería que el diálogo, apenas iniciado, ha fracasado, y es de temer nuevos enfrentamientos en la búsqueda de soluciones en las calles. Y esto tiene un costo demasiado alto. 

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Con este clima signado por la agresividad y el sectarismo del chavismo, parecería que el diálogo, apenas iniciado, ha fracasado, y es de temer nuevos enfrentamientos en la búsqueda de soluciones en las calles. Y esto tiene un costo demasiado alto. 
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