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MOSCÙ.- El temporal de nieve y lluvia helada que azota desde ayer la parte europea de Rusia ha provocado el cierre de aeropuertos, la cancelación y el retraso de decenas de vuelos en Moscú, problemas en el transporte ferroviario y cortes de suministro eléctrico.
“Los próximos dos días -viernes y sábado- son muy peligrosos para la parte europea de Rusia. En la primera mitad del día habrá lluvia y lluvia helada, y les seguirá una bajada de las temperaturas, por lo que el agua se convertirá en hielo”, advirtió el director del Centro Meteorológico de Rusia, Román Vilfand.
Más de 80 vuelos con origen en Moscú fueron cancelados hoy en los tres aeropuertos internacionales de la capital rusa, aunque las autoridades aeronáuticas del país han señalado que las cancelaciones y retrasos no se deben a las inclemencias meteorológicas.
La temida lluvia helada -una precipitación en forma de agua que se convierte en hielo en las capas bajas de la atmósfera- ha obligado al cierre de los aeropuertos de Kazán y Cheboksari, donde un Boeing 737 se salió anoche de la pista de aterrizaje a causa del hielo que cubría el trazado.
Decenas de trenes sufren importantes retrasos en toda la parte europea del país, donde se prevé que la lluvia helada continúe durante toda la jornada de hoy y de paso a partir de la madrugada a un brusco descenso de las temperaturas acompañado de fuertes nevadas y ventiscas.
Un hombre falleció esta mañana a las afueras de Moscú al caerle sorbe la cabeza la rama de un árbol cubierta de hielo, informaron los servicios de emergencias rusos.
Miles de familias en las regiones de Yaroslavl, Nizhni Nóvgorod y Kaluga, a pocos cientos de kilómetros de Moscú, se han quedado sin electricidad debido al mal tiempo.
La lluvia helada ya hizo estragos en Moscú en 2010 y 2013, cuando provocó la caída de árboles y postes de electricidad y dejó carreteras y aceras como auténticas pistas de patinaje sobre hielo, un peligro para coches y peatones.
Según explican el fenómeno los meteorólogos, la alta temperatura en las capas medias de la atmósfera, a una altura de 1,5 kilómetros, derrite la nieve, que luego se congela poco antes de tocar suelo.
EFE
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