El diablo y los políticos

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“Avanzar desde la fuerza ciega hasta la exactitud, la destreza”
Emerson

Nacido más de 400 años antes de Cristo, fue Platón uno de los dos o tres más grandes sabios de la Antigüedad y –con las reservas del caso- de la Historia. Con sólidos argumentos, el brillante Emerson no vacilaba en seleccionarlo como el más grande de todos, Aristóteles incluido, que ya es decir.

No hago esta incursión en ese tipo de temas por causa distinta a la de referirme al arte de la Política, en los desgraciados tiempos que estamos viviendo, por culpa del peor modelo de gobierno que se haya conocido en Venezuela. Platón, en efecto, dedicó un Diálogo de su senectud a la Política y los Políticos, y lo hizo en forma tan certera que creo útil recordarlo para el beneficio de los  venezolanos, de manera especial los que se desahogan contra la MUD sin argumentos válidos y con una sobrecarga emocional que al fin ayuda a quien dicen adversar.

Nadie discute la exquisita condición política de W Churchill, pese a que a ratos se excediera en el uso del sarcasmo. Verdadero jefe político, se refirió en momentos críticos al lamentable peso de lo emoción sobre el de la razón.

  • He notado –meditó- que cuando la controversia política se acalora, personas de disposición colérica e inteligencia limitada se vuelven rudas.

En otra ocasión, comprendiendo la urgencia de sumar aliados y neutralizar enemigos,  no admitió que se hiciera lo contrario: alejarlos y compactarlos contra uno. Un conservador como él, no tuvo empacho en dialogar y negociar  –al igual que Rossevelt, Truman y De Gaulle- con Stalin, uno de los tiranos más sanguinarios de cualquier época. No pensaron aquellos poderosos líderes de la 2da Guerra Mundial que “no se deba dialogar con dictadores” como enfatizan varios críticos de la MUD. Si por ellos fuera a lo mejor el Eje hitleriano, con incontables holocaustos, dominaría el planeta.

  • Si el diablo se pronunciara contra Hitler –declaró Churchill en otra ocasión- estoy seguro que encontraría algunas palabras amables que dirigirle desde la Cámara de los Comunes.

Que 2500 años atrás, Platón emitiera juicios reivindicatorios del valor de la Política como “arte de tejer madejas” y no de destruirlas con irreflexiones retóricas, revela la existencia de valores imperecederos. Platón subrayaba las que consideraba grandes virtudes de un político confiable. Primera, la Fortaleza para avanzar sin miedo y con audacia. Segunda, la Templanza para saber contenerse, evitando que los arrebatos emocionales estallen en sangre. Hay que tejerlas, recordando que la fría razón reside en la cabeza, por eso gobierna; y la ardiente emoción en el corazón, y por eso es gobernada. “Cabeza-calientes” llaman a quienes tienen el corazón en la cabeza y la cabeza en el corazón.

El Dalai Lama acaba de pedir la libertad de Leopoldo López y demás presos políticos venezolanos. CNN reitera que las tres grandes noticias mundiales son las elecciones de EEUU, la crisis de Venezuela y la guerra contra Isis. Casi todos los días los Estados hemisféricos y del mundo condenan a Maduro. Es universal la exigencia de RR y respeto a los DH, la OEA blande la Carta, Mercosur deshoja la margarita acerca del destino de Maduro, y personalidades de todas las corrientes, añadiendo los que alguna vez exaltaron “el proceso”, aumentan el miedo reinante en el gobierno. La sombra del default de PDVSA, la intensa inflación, pari passu con las deplorables variables económico-político-sociales y la alarma planetaria por los DDHH, exigen enérgicamente el restablecimiento de las instituciones democráticas que Maduro ha aplastado. El diálogo y cercanas elecciones son sus únicas opciones. Saldrán del poder, claro, pero no necesariamente del juego democrático.

El régimen provoca a los opositores para que, con arrogancia de duques ofendidos, cometan el disparate de retirarse del diálogo. Curiosamente su patética jactancia solo conmueve, entre sus críticos, a quienes también quisieran destruir la unidad democrática. A éstos, Emerson les recomendaría: avancen desde la fuerza ciega hasta la fría razón, a ver si finalmente contribuyen a que el cambio fluya con exactitud y destreza.

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