[ad_1]
Para entenderlo mejor: No perdamos de vista que las monedas, todas ellas y sus afines, son también mercancías, y por cierto de lo más apreciadas como tales.
Todo comenzó con el uso de la efigie de El Libertador en los anversos de las monedas de oro y plata, uso prolongado hasta ahora con monedas y billetes de la última emisión (2015), y acuñaciones de monedas aún vigentes y hechas con metales febles ya pronto a ser relevadas por inadecuadas para la presente realidad económica nacional. Su poseedor no ha admirado dicha efigie ni hace historia bolivariana con ella: sólo desea, respeta y hace valer su poder adquisitivo dentro de la más absoluta abstracción de valores patrios, unas variables sociopolíticas que si han prendido alguna vez lo han hecho en favor de potencias extranjeras, por ejemplo, de la «fulana madre España» en honor de la cual se ha practicado casi inconscientemente una de las matanzas más bravas y crueles contra los animales que país alguno haya consumado.
Hemos inferido y referido en entregas anteriores que resulta muy curioso el hecho de que bajo la Administración del Presidente Chávez y de una persona de tan alta confianza al Frente del Banco Central de Venezuela se haya cometido tantas imprudencias monetarias como las de la acuñación de monedas a todas luces intraficables (las de Bs.F 0,01; Bs.F 0,05; Bs.F 0,10, como ejemplos. Ninguna de esas calderillas sirvió hasta ahora para comprar ningún tipo de mercancías, no sólo por su nominal y real bajo poder de compra, sino por su inmaniobrabilidad comercial.
Si nos remontamos a los años guzmancistas, no es de extrañarnos que el uso de la efigie del El Libertador haya sido hecho con el perverso propósito de banalizar[1] sus méritos, su biografía, mismos valores que, como sabemos, fueron petrificados, bronceados y monetizados porque su figura, ya desde los mismos años de 1810, se les presentaba a los oligarcas y mantuanos, hoy burgueses y terratenientes de la alta escualidad, como persona no grata a la que había que sacar del juego a cómo hubiera lugar.
Fue con el Presidente Chávez que operó una suerte de renacimiento histórico de su figura libertaria y dio pie al actual bolivianismo que da continuidad, dos centurias después, al abortado proyecto independentista tan malogrado, detenido y silenciado a partir de Páez, uno de los más relevantes traidores de los tiempos posindependentistas.
Curiosamente, también, la efigie de Páez, quien con relevante prioridad apareció en las primeras acuñaciones con motivos nacionales, casi inmediatamente desapareció de las nuevas emisiones y acuñaciones.
Corolario: creemos que la súbita y acelerada pérdida del poder adquisitivo del bolívar monetario de hoy, no sólo busca encarecerle la vida al venezolano, un objetivo harto logrado hasta ahora, y lo ha llevado a perder el Poder Legislativo, como ejemplo concreto, sino que reafirma así ese viejo desprecio que se anidó en Venezuela y fuera de ella hacia todo lo que aludiera a Simón Bolívar. Un odio que por ahora no cesa, y cada día parece acrecentarse.
[1] Según hemos sabido, en una populosa ciudad de EE.UU. se imprimió cientos de miles de franelas con la efigie del Che Guevara que fueron lanzadas desde helicópteros sobre esa ciudad a fin de frenar el fanatismo que su figura había provocado en la población estadounidense. Así mismo, la imagen de un Bolívar ecuestre en los fósforos de madera por parte de la Fosforera Nacional estuvo circulando como mercancía cuyo empaque o cajitas eran inconscientemente arrojadas a la basura por razones obvias, sin que ningún ciudadano se inmutara ni mucho menos le importara un pito semejante desprecio inconsciente hacia El Libertador.
[ad_2]
Fuente