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Publicado en: Opinión
¡Que abuso, la del excelentísimo señor presidente! ¿Para qué alardea de valentía, mientras utiliza el poder y la vocería oficial con el objeto de difamar y llamar cobardes a sus adversarios? Y todo, porque estos le exigen soluciones políticas para salir de la crisis político-económica que está destruyendo material y moralmente al país. ¿Cómo es eso? ¿Las primeras autoridades del país afrentan y confrontan a quienes alzan la voz, marchan para defender y piden atención para los venezolanos que sufren hambre y mueren por inanición? ¿Por qué al presidente Nicolás Maduro y a una estimable cantidad de sus gobernadores, de su gobierno fracasado, les preocupa el sonido de las ideas democráticas de quienes los adversan y les piden que sean competentes? ¿Será porque desconocen los recursos teóricos-prácticos y convincentes que da la política del diestro, del sabio? ¿Por qué no resisten un ápice de disentimiento? ¿Quizá los afecta el temor de que se ponga en evidencia su ineficacia y delitos? ¿Será que es muy cierto, y temen, sus enredos en corrupción, enriquecimiento ilícito, el saqueo de las riquezas del suelo y subsuelo de la nación, además de verse incursos, por sus propios delitos o por cómplices, en las deviaciones de presupuestos, en las ilegales y escandalosas salidas de sumas de dineros del Estado, depositados a nombre de exfuncionarios y funcionarios del gobierno, en la banca internacional? ¿Será que son verdaderos tiranos, y tienen, la enferma predisposición de detener a sus adversarios bajo esquemas de represión y terror? ¿Será que han cometido insepultos delitos de lesa humanidad que les propicia, –aunque no lo reconozcan– culpas, pesadillas, paranoias, y entre muchas otras cosas, los está invadiendo el miedo cerval, como auto tortura? ¿Será que se aferran al poder, no solo por la vida, como lo hace el náufrago, sino para evadir delitos y seguir con la rapiña, aunque el país se hunda?
Los gobernantes que hacen daño al pueblo, impactan contra sus propias almas y espíritus. Cuando sus conciencias advierten el mal que han hecho, no pueden dormir tranquilos. Incluso, sus delitos los precipitan a vivir su propio infierno. Allí es cuando comienzan a hacer la implosión que los lleva a su último y más abismal error. Ya de nada servirá, que públicamente, echen la culpa a otros y nieguen sus delitos. Su deteriorada psique sigue demoliéndolo, con la trituradora máquina de la conciencia. Nicolás Maduro no encuentra como esconder los delitos cometidos desde febrero de 2014: Disparó contra la multitud que protestaba; apresó con falsos testimonios a Leopoldo López. Desde entonces, de igual manera, reprime, persigue, encarcela y tortura a estudiantes y a líderes de los partidos de oposición. Maduro, hostiga y persigue, porque sus carencias no le permiten entender el juego democrático. Vive su infierno. En ese campus de hipocresía donde se instaló, abundan las inclementes actitudes de conveniencia, la frase retenida, la autocensura, el falso amor, carencia de amistad. Lo peor, sus concejeros obnubilados por el temor, son más propensos al desacierto. Y sépanlo, no hay franqueza ni obediencia en el hombre que está bajo el espectro del terror. Ha de ser muy valiente, si está bajo efectos de un gobierno hostil, represor y demagogo, para que no oculte su intención verdadera. Esto, porque se camufla para preservar la vida y la libertad, porque así se garantiza, todas las posibles oportunidades destinadas, a defender y a luchar, por sí mismo y por otros.
Los gobernantes demagogos se mantienen, mientras el capcioso recorrido de sus mentiras, duren encandilando al pueblo. Las tentativas de un gobernante fracasan, cuando intenta doblegar a un país por la fuerza y la demagogia. Muchos hombres pudieran ser doblegados a través de la amenaza y la represión; pero jamás obtendrán, de ellos, un asentimiento verdadero; mas, hemos de recordar, que siempre y en todas partes, hay una minoría con una alta carga de valentía y moral, que de ningún modo, podrá ser aniquilada. Y en Venezuela, las mayorías exigen cambio de gobierno y nuevas políticas. ¡No hay vuelta atrás!
Víctor Vielma [email protected]
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