Cambio de seña

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En esta semana que termina, el cambio de seña de la MUD dejó perplejo a más de uno. Siguiendo una línea del Vaticano, que por lo visto tiene poco interés en que se recupere la democracia en Venezuela, suspendió la marcha a Miraflores -con la inexcusable excusa de que la Santa Iglesia lo pidió- aplazó la sesión de la AN en la que estaba citado Maduro y se sentó a conversar relajadamente (según se vio en las fotos) con lo más rancio y radical del chavismo, presidente de la República incluido. Por supuesto que mucha gente, según testificaron las redes sociales, montó en cólera y un número importante de partidos opositores criticó, abiertamente o en privado, el béisbol chino que parece estarse jugando dentro de la Unidad. El tema se vuelve más serio cuando uno analiza el récord de logros de la oposición desde las elecciones del 6D y encuentra que la dictadura no ha hecho ni una concesión significativa, mientras el país se hunde.

No soy de los que cree que los dirigentes de la oposición están vendidos o son unos traidores o tienen su negocio con el régimen; eso sería caer en el sospechosismo latinoamericano que encuentra conspiraciones debajo de las piedras y piensa que todo es así de sencillo: unos pocos malos se juntan para llevarse por delante a muchos buenos. Pero aunque hayan actuado con la mejor de las intenciones, varios líderes opositores cayeron otra vez por inocentes, le dieron el beneficio de la duda a un gobierno que nunca cumplirá su palabra, y cedieron a las presiones de quienes nada tienen que perder en este asunto (llámense Obama, los expresidentes mediadores o el Papa). Al final, lo más grave es que le dieron la espalada al verdadero doliente de la dictadura. Le voltearon la tortilla, sin consultar y de un día para otro, a quienes votaron por ellos. Al soberano. A los que no encuentran comida ni medicinas. A los azotados por el hampa. A los que se van del país como refugiados porque se acabó lo que se daba.

La credibilidad se construye hacia arriba pero se pierde hacia abajo. A pesar de las muchas explicaciones que se hayan hilado para justificar el trueque -protesta pacífica y firmeza en la AN por diálogo -, la gente debió perder mucha de su confianza en quienes están desde hace 11 meses tratando de cambiar la historia del país y siguen pendientes de entregar algún logro que pueda celebrarse. Y como pasa con los equipos perdedores, se van quedando sin fanáticos.

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